lunes, 21 de diciembre de 2015

HUMOR PENSANTE

Finalmente se adquirió el dominio.

Desde ahora este blog se muda a la nueva página web.

Por el principio este blog se seguirá actualizando con los nuevos cuentos y se mantendrá así hasta que la nueva página esté al 100%.

www.humorpensante.com

martes, 15 de diciembre de 2015

Vives en mis sueños


Atrapada estás.

Allí no hay luz que puedas ver.
No hay luz que te de esperanza.
Allí el túnel es infinito.

No luches.
Ríndete ya.
Escapatoria no tienes.
No deseo dejarte ir.

Vives en mí, pero no eres real.
Eres un recuerdo, un recuerdo que perpetuará.
No luches, pues no lograrás escapar.

Te deseo, pero no en realidad.
Anhelo tu potencial.
Amo el recuerdo que en mí está.

Pues no te deseo a tí. Sino a la memoria de tí.
La realidad es fria pero la memoria no lo es.
Al cerrar los ojos, el calor predomina y desde ese momento ya no lucho.
Por favor, tú no lo hagas.


Atrapada estás. Sin escape en el mundo que gobierno.

Atrapada estás. Vives en mis sueños.


sábado, 5 de diciembre de 2015

Sueños XXIII: Saltos


Dos inmensos palos estaban firmes, cual pilares, en el centro de un patio descubierto.
Se distanciaban unos 20 metros aproximadamente y estaban unidos por en puntas superiores por una tela elástica.
De esta, además, se desprendían varios otros trozos de tela que llegaban hasta el suelo.

Un grupo de 20 personas (yo incluido) se reunió alrededor de los palos y fue allí cuando la clase comenzó.

-Deben aprender a manejar los trozos de tela. Escuchen con cuidado mis palabras- Dijo el instructor, moviendose alrededor de sus alumnos.

-Deben poder controlarlos. Cuando agarren uno de los trozos, comenzarán a subir. La tela se contraerá y ustedes subirán sin control. Deberán impedirlo tomando fuertemente la tela con ambas manos y tirando hacia abajo. Esto hará que la tela deje de elevarse y una vez logrado esto, tendrán pleno control sobre ella.-

Con esto, la clase dió por finalizada y el instructor desapareció.

Fuí uno de los primeros en animarme a tomar el trozo de tela, ante la atenta mirada de los otros.
Al asirlo, comencé a subir rápidamente. Tenía miedo porque el suelo ya quedaba demasiado abajo y la caída, desde cierto punto, ya podía ser letal.

Pero, recordando las palabras dichas, tiré fuertemente de la tela y está se detuvo y comenzó a descender lentamente.
Finalmente había logrado control absoluto de la tela y desde ese momento, todo fue diversión.

La tela me depositó en el suelo y desde allí, di un salto. Tal como si estuviese caminando con poca gravedad, mi empujón fue considerable, capaz de superar a cualquier record de salto en altura.

Poco a poco me fui acostumbrando a la tela, hasta el punto en que ya la consideraba una parte de mi cuerpo, una extensión de mí.

Relajado por tener el dominio, decidí ver lo que estaba pasando a mi alrededor.

Por un lado estaban los otros alumnos de la clase, algunos con absoluto control, como yo, y otros con problemas de altura.
Por el otro estaba el galpón, donde esperaban, impacientes, decenas de otras personas por su oportunidad.

Con el trozo de tela en mano, caminé por el galpón. En la entrada había un grupo de personas vestidas completamente de negro, los así llamados "Darks", escuchando musica de un cantante argentino que nada tenía que ver con su estilo de vestimenta.
Una de estas personas, una chica ciega, me pidió que la lleve hasta el musicalizador para solicitarle otra canción de este popular cantautor.

Dentro del galpón, mi hermano me miraba con ojos brillosos.
Estaba ansioso y casi desesperado por utilizar la tela.
Le pregunté si la quería y practicamente me la arrebató de las manos, pero antes de entregarsela, le expliqué las instrucciones para controlarla.

Me hubiese gustado que me escuchara, ya que al tomarla, tomó mucha altura, cada vez más y más y dentro de poco chocaría contra el techo del galpón.

"PUM"

Un fuerte reuido resonó en todo el lugar cuando la espalda de mi hermano sufrió el impacto y por el golpe, se desprendió de la tela, cayendo sin frenos.

Mi mirada fue de terror, no sabía si sobreviviria a la caida.

"PUM"

Cayó y golpeó al suelo, produciendo un ruido suficientemente fuerte como para despertarme.

Fue un trueno...estaba lloviendo.

Un día más comienza.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cuento: La resaca griega


Lincoln era uno de esos abuelos felices con su vida. Era querido por grandes y pequeños y siempre tenía una historia para contar.
Vivía en una casa de reposo para gente mayor pero este lugar no era el típico hospedaje sino que se trataba de un establecimiento para "personas especiales", como ellos los llamaban.

"Personas especiales" era un eufemismo, una forma de llamar a los ancianos sin que estos se sientan como tales. Sin embargo, el nombre no estaba alejado de la realidad ya que todos los residentes poseían algo "especial", algo que los hacía dignos de admiración.

Para ser admitidos en la casa de reposo, se debían cumplir con dos condiciones: La primera es que debían de haber alcanzado la edad jubilatoria y la segunda consistía en algo que no se podía obtener tan facilmente.
Debían ser considerados "especiales" por el consejo directivo.

Para esto, el aspirante debía someterse a una entrevista que duraba, en su máxima extensión, todo el día, junto a los miembros más importantes del establecimiento y si era aprobado, debía someterse a una segunda instancia de menor duración, casi inmediata, con los 3 miembros más antigüos del lugar en los que ellos decidian si el aspirante era, ó no, "especial".

Lincoln era uno de estos 3. Aproximandose a los 80 años, estaba solo, sin familia. Sin embargo, siempre contaba con una sonrisa en su rostro y un cuento en su boca.
Sus historias se habían vuelto tan apasionantes que fueron propagadas por toda la ciudad en un abrir y cerrar de ojos, ganandose luego, el cariñoso mote de "abuelo".

Lincoln era frecuentado principalmente por jovenes adolecentes quienes acudían a él esperando escuchar, con ansias, una de las fabulosas historias, que siempre empezaban de la misma forma:

"Esta no es mi mejor historia, pero sucedió así..."

Con el pasar de los días, los meses y los años, se fue generando un gran misterio entre todos los fanaticos del "abuelo", intrigados por conocer su mejor historia.
El misterio fue creciendo hasta tal punto que un miércoles, día en que narraba sus aventuras, fue visitado por casi un centenar de personas, las cuales exigían, con cortesía, que se les contase esa gran anécdota.

Lincoln sonrió fuertemente. Había estado esperando con ansias que alguien se lo pida y ver a tanta gente a su alrededor, hizo que una lágrima cayera sobre su mejilla.

-Acompañenme al gran salón- Pidió y todos obedecieron.

En el gran salón entraron todas las personas, algo juntas y el "abuelo" se sentó delante de todas ellas y comenzó a hablar:

-Esta es mi mejor historia, y sucedió así:

"Habíamos despertado en un altar. La noche anterior la habíamos pasado celebrando la despedida de soltero de mi gran amigo Froli. Sin embargo, este no se encontraba allí. Rápidamente desperté a Toll y a Nio, quienes, por algún motivo que no conocíamos, amanecieron abrazados y ¡desnudos!.

-Toll, Nio, despierten malditos gandules-.

Toll bostezó profundamente, luchando contra esa orden. Pero al ver el cuerpo desnudo de su amigo, pegado al suyo, cambió de ídea y despertó mágicamente.

Nio reaccionó de la misma forma que su amigo al percatarse del rose de pieles.

 -¿Donde estamos?- Preguntó Toll.

-No lo se- Respondí. -Además, no veo a Froli por ningún lado-.

Miramos a nuestro alrededor. Era un paisaje desolado y todo lo que había era el altar donde despertamos.

En este había unas letras grabadas en griego que decían 'Bienvenidos a la Atlantida'...."

El relato del "abuelo" fue interrumpido por una pregunta de los presentes.

-¿Atlantida?- Inquirió.

-Así es- Repsondió el "abuelo" y continuó con su relato:

"Nosotros nos jactabamos de que habíamos conocido todo el mundo, pero habían ciertos lugares que nos eran prohibidos, como donde nos encontrabamos.


-¡TODO ES TÚ CULPA!- Gritó Nio, empujando a Toll con furia. -TÚ Y TU ESTÚPIDO VINO NOS PROVOCARON ESTO!-

Debí interceder y separarlos.

Habíamos tomado mucho vino la noche anterior, traido directamente de la reserva privada de Toll.

Finalmente logré poner orden y emprendimos rumbo a la ciudad que se veía a lo lejos.

-Froli llevaba una corona brillante- Dije y añadí -No nos debería costar mucho encontrarlo-.

Era una de las pocas cosas que recordaba sobre la noche anterior.
Froli la había encontrado en una máquina y le gustó tanto que se la quedó. El problema fue que al ponersela, la corona comenzó a brillar intensamente y fue imposible quitarsela.

Caminando por casi una hora, encontramos un pozo donde pudimos recoger agua.
El pozo era custodiado por 9 mujeres de gran belleza.

Toll se acercó a ellas, pero su olor a vino había sido suficiente para que sea rechazado.

Luego Nio lo intentó. Él tenía un don para las artes, en especial para el arte de la conquista y no sólo una, sino que las nueve cayeron rendidas a sus pies.
Nio les dijo que si tenian una lira, él les tocaría maravillosas canciones y a cambio, ellas le darían agua del pozo y les ayudarían a buscar a su amigo.

La menor de las 9 hermanas, llamada Calíope, fue corriendo a la tienda y extrajo de ella un pequeño instrumento musical y se lo entregó al seductor.

Nio comenzó a tocar y las hermosas mujeres cayeron rendidas a sus pies una vez más. Su don había funcionado.

Luego de preguntarle por nuestro amigo, una de ellas indicó que había visto una luz muy brillante en el centro de la ciudad.

Nos dirigimos hacía allí. Algunas personas nos miraban mal, aunque no podíamos recordar que les habíamos hecho.
Había mucha agua en las calles, aunque no nos pareció que había llovido la noche anterior.

Llegando a la ciudad, pudimos ver una muy brillante luz, no muy lejos de nosotros.
Sabíamos que esa era la corona de Frodi y continuamos nuestro rumbo.
Una vez en destino, notamos que la luz provenía de una alcantarilla.

Nuevamente hice uso de mi gran fuerza y nos adentramos. No eramos de tener miedo.

Al sacar la tapa, decendimos por una escalera subterranea que desembocó en una serie de túneles bajo tierra.
Eventualmente la luz nos guió hasta un enorme lugar, nuestro destino final.

Allí estaba Froli. Atado de pies y cabeza con gruesas cadenas. Imposibles de romper para la mayoría, pero no para mí.
Mi poder de antaño era realmente insuperable y esas cadenas fueron un juego de niños.
Pero de lo que no me había percatado era que Froli no solo estaba atado, sino que sobre él reposaba un artefacto que aprovechaba el brillo de su corona para hacer funcionar un gran sistema mecánico que escupía fragmentos de un metal desconocido para ellos.

Decidí romper las cadenas y salvarlo, pero al hacerlo todo comenzó a temblar.
Salimos rápidamente, cargando a Froli en mi espalda.

En la superficie, el caos había surgido. Los temblores habían destruido gran parte de las casas y el agua comenzó a tomar las calles.

Trozos del metal desconocido habían sido arrastrados.
 
Finalmente habíamos comprendido lo que pasó.
Nuestro amigo había sido raptado para servir de herramienta para la supervivencia del lugar y al sacarlo, causamos su destrucción.

La corona producía el metal desconocido que era usado como barrera para contener al agua que ahora inundaba las calles.

Sin poder impdedirlo, al final se hundió. Su reino, la joya de mi tío se perdió en el basto cuerpo del titán, en el océano hoy conocido cómo Atlántico...."

El "abuelo" hizo una pausa que fue aprovechada por uno de los presentes.

-¿¡Acaso dices que fuiste tú quien hundió la Atlantida!?- Preguntó riendo.

Dudando en cómo responder, optó simplemente con asentir con la cabeza señalando hacía un pequeño atríl donde estaba apoyada una fotografía.

La ímagen fue pasando mano por mano y todos pudieron ver al "abuelo" en su juventud, junto a sus 3 amigos, posando alegremente frente a una estatua del gran Poseidón sosteniendo en sus manos un metal brilloso, un oricalco.

-Así es...Fuimos nosotros- Respondió.

Los rumores comenzaron a fluir hasta que uno se animó a preguntar, aunque titubeando.

-Entonces...¿tú eres un...un dios? ¿Eres Her...?- El inquisidor tragó saliba.

El "abuelo" suspiro largamente. Fue un suspiro de alivio.

-Así es, queridos amigos. Y ahora, por fin, nos despedimos-.

Una fuerte luz blanca iluminó el gran salón, cegando temporalmente a todos los presentes. Y al recobrar la vista, descubrieron que el narrador, el anciano, el dios, ya no se encontraba allí.

Es más, se encontraron solos en todo el recinto.

Finalmente los dioses pudieron descansar.




martes, 17 de noviembre de 2015

El fin (parte 17)

La tormenta no cesaba y el agua aumentaba su volumen. Sin embargo, Leo no despertaba, ni siquiera con los potentes rayos y truenos del cielo.
De continuar así, todo lo que había logrado hasta este momento, se perdería.

Pero algo estaba distinto en él. Su rostro ya no denotaba frialdad, ya no estaba rígido y sus ojos temblaban levemente, indecisos si debían, o no, despertar.

Dentro de su cabeza, los sueños continuaban y lo pusieron de pié, en la puerta del sañatorio mental.
Un médico se acercó a estrechar su mano y felicitarlo.

-Finalmente lo hemos curado- Dijo, dandole una palmada en el hombro.

Leo lo miró, extrañado por la situación.

-¿Curado? ¿Cuanto tiempo permanecí aquí?- Preguntó - No lo puedo recordar.

El médico colocó sus manos en el delantal blanco que llevaba y suspiró.

-Has permanecido...- Dijo e hizo una pausa. -...el tiempo suficiente- Respondió alividado.

Leo intentó indagar más en el tema, pero no pudo. Nuevamente se encontraba sólo.
Tomó la maleta que se encontraba a su lado y se marchó de la institución.
Frente a él se encontraba una parada de autobus y a pocos metros de distancia, el mismisimo transporte estaba arribando a destino. Debía abordarlo si quería regresar a su casa.

La tormenta eléctrica crecía y los rayos que caían eran cada vez más grandes y estruendosos, pero nada fue cómo aquel último.
El cielo se iluminó por completo, en toda su extensión. Demasiado grueso, ignoraba por completo los pararrayos superiores y continuaba su marcha. Tomó rumbo directo hacia la casa de Leo.

El autobus estaba casi vacío. Escasas personas se encontraban en él.
Se dirigió al fondo del vehículo y se sentó al lado de la ventana.
Su vida en el hospitál quedaba cada vez más lejos a medida que el camino se interponía en el medio.
La carretera se encontraba vacía, salvo por un camión a lo lejos que iba en el otro carril con dirección hacia ellos.
Sim embargo, algo le sucedió a su conductor y se cambió de vía. Leo comenzó a gritar. Le gritó al conductor y le gritó a los pasajeros. Ninguno se había percatado que el accidente era inminente.
Intentó pasarse, pero no pudo.
Sus piernas no le obedecían y sus gritos no eran escuchados.
Iban a chocar y eso podría ser fatal para él.

Leo cerró los ojos, esperando lo peor... El estruendo producido fue verdaderamente muy fuerte.

Finalmente despertó.
Abrió los ojos, pero algo le estorbaba la vista.
Era una hoja que, al apartarla, vió que tenía algo escrito.
Leo la miró y comenzó a llorar. La hoja tenía muchos dibujos y una frase escrita en el medio:

"Tienes que despertar".

Era lo que estuvo soñando todo este tiempo.
Su familia aún lo ayudaba y eso quería decir que todavia había esperanza de encontrarlos.
Ellas estaban, cerca o lejos y se prometió a si mismo que las encontraría.

Finalmente se levantó del sillón y contempló el caudal de agua que se había formado.
Su corazón bombeó sangre fría al cruzarle por la mente lo que habría pasado con sus alimentos.

Rápidamente cruzó la calle. La temperatura habia descendido bruscamente pero no le importó.
Caminar fue más dificil que de costumbre y llegar hasta la heladería demoró bastante más que lo usual, pero lo logró.

El agua había subido.
Demasiado tarde para sacarla, Leo quedó inmóvil mirando como su creación era tragada poco a poco.
Su futuro, su supervivencia, su vida estaba siendo definida en ese momento.

 CONTINUARÁ...

jueves, 12 de noviembre de 2015

Sueños XXII: El crucero

Era el capitán del crucero y debía cumplir con muchas obligaciones antes dedesembarcar.
Sin embargo, fui ordenado a trasladar equipaje a la bodega especial.
De nada sirvieron mis reclamos y reproches. De nada sirvió que le grite a la mujer que me ordenó semejante tarea que yo era el capitán y eso es trabajo para los ayudantes.
De nada sirvió y la mujer solo hizo oídos sordos, aunque cuando me callé, ella hablo:

-Estos son los pasajeros más importantes, son 6 en total y entre todos costearon la mayoría de los gastos del viaje. Es por eso que deben ser tratados por alquien importante, por el capitán en persona, por tí.-

Con esas palabras terminó la discución y comenzó la búsqueda. Debía encontrar a los 6 pasajeros distribuidos en las 6 grandes camarotes y solicitarles su equipaje para comenzar con el desembarque. 

El ascensor me llevó al sexto piso, donde me recibió una mujer de unos 40 años que muy amablemente me facilitó el equipaje. Estaba contento porque fue realmente facil.
Luego fui al quinto piso donde me informaron que el dueño de la suite se encontraba en el casino.
Lo encontré tirando los dados en la mesa y le solicité el equipaje.
Me dijo que solo llevaba una maleta con él y señalando a una vieja valija a un costado suyo, me hizo señas para que la tome.
El ascensor me dejó en el cuarto piso, un lugar muy tranquilo. Llamé a la puerta de la suite y fui recibido por una hermosa y joven mujer de no más de 30 años, con el pelo rubio y un cuerpo para envidiar.
Amablemente me ofreció su equipaje y con un silbido, un perro apareció cargando las maletas.

Curiosamente, nada me sorprendía.
Luego me dirigí al primer piso, donde un hombre que apestaba a cigarrillo me brindó las valijas de cuero las cuales pensé que cada una costaría más que su salario.
En el tercer piso había un astrónomo que no quería desprenderse de su equipo. Sin discuciones me fui y lo dejé mirando "las estrellas".

Por último quedaba el segundo piso y fue adrede. Sabía que la suite del piso 2 era mala y que cualquier ocupante estaría muy molesto con ella. Por eso quería evitarla a toda costa.
Salí al exterior a tomar un poco de aire para luego volver y terminar con esta absurda tarea que me habían impuesto.

El del segundo piso fue el más dificil, ya que al abrir la puerta me encontré con que en realidad estaba en ¡una lavandería!. La suite del piso 2 era por lejos el peor de los camarotes de lujo y eso generó tanta molestía que su ocupante decidió convertirlo en un lugar de limpieza para la ropa de los pasajeros.

Lamentablemente no lo pude encontrar y dí por concluida mi misión secundaria.



Desembarcamos en una ciudad conocida e inmediatamente me dirigí a su centro y comer algo.
El lugar era sumamente conocido y se trataba de una heladería que además vendían comida.

Tomé un sandwich y me fui a sentarme en las mesas exteriores a mirar a la gente "llevar" su vida, cuando de pronto aparecieron de la nada unos amigos que venian de jugar al fútbol.

-No te invitamos porque tenías que trabajar- Me dijeron y por dentro maldije todo el tiempo que paso trabajando.

Terminé mi comida y me dirigí nuevamente al barco cuando fuí detenido por dos sujetos que comenzaron a gritar.
No podía entender lo que decían y parece que eso los enfurecía más y aumentaba el volúmen de sus voces hasta tal punto que me despertó...

...eran albañiles trabajando en el techo de la casa vecina. En fin, de nuevo a trabajar.

martes, 10 de noviembre de 2015

Sueños XXI: Fútbol Americano

La patada inicial dió comienzo al encuentro.
En un equipo estabamos nosotros, amigos de toda la vida, y en el otro, rivales desconocidos.

El estadio era un poco diferente al habitual. En lugar de un recinto, nos encontrabamos en un espacio abierto, parecido a la selva, con arboles a los costados y en lugar de los palos de anotación, había un arco al estilo del clasico fútbol.

El partido comenzó, más yo no conocía muy bien las reglas. Sabía que el balón se pasaba hacia atrás y que se le podía pegar con el pié si se quería lanzarlo hacia adelante.

Durante los primeros minutos me dediqué a correr y patear el balón hacia adelante.
Lamentablemente mi estrategía para anotar no surtió efecto y por el contrario, nos convirtieron varios goles.

En ese momento decidí ir a defender la portería y fui realmente muy efectivo.
Los disparos llegaban con fuerza, pero los atajaba sin muchos problemas. Era bastante bueno.
También continué mi estrategia de patear el balón, ya que, como o podía pasarlo hacia atrás, intentaba dejarlo lo más cerca de la portería rival.

Después de varios intentos de gol fallidos, concluyó el primer tiempo y cambiamos de estadio para la segunda mitad.
El nuevo estadio era aún más salvaje que el anterior. Los árboles ya no se encontraban a un costado, sino que estaban repartido por todo el estadio.
Animales también recorrian el suelo.

El partido continuó con normalidad hasta que derrepente algo ocurrió.

Un cisne había caído de su vuelo. Ruidos de dolor emanaban de este mientras que movía su largo cuello de forma desesperada.
Finalmente el atacante se dejó mostrar. Se trataba de una serpiente, bastante colorida, aferrada a un sector del cuello de su presa.
Los gritos del ave eran desesperantes.

-¿¡Qué pasa!?- Pregunté a uno de mis compañeros de equipo.

-Estamos en la selva y hay muchos animales peligrosos- Respondió con total calma.

Luego levanté la vista y pude ver a varios animales más, todos observándonos.
En ese momento dí por concluido el partido e intenté irme de allí lo más rápido posible, pero los gritos de dolor del cisne me paralizaron.
Cada vez se hacían más y más fuertes.

Mis oídos ya no aguantaban tanto ruido...y me terminaron despertando.

En la radio sonaba una ópera y en el cielo, el agua caía a borbotones.

Un día más va a comenzar.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Cuento: Cuando la esperanza se pierde


"Al cerrarse la caja, lo único que quedó aferrada en ella fue la esperanza..."

Con esa frase concluía el tercer libro de autoayuda que había leído en este mes.
Este último, titulado "La esperanza", quería hacerle entender al lector que esto es lo último que se pierde.

Pero para Gabriel, esto era dificil de comprender.
Él sentía que la esperanza ya lo había abandonado.

Seguramente para el que ve su situación por afuera, dirá que es un ingenuo y que aún todo puede pasar, sin embargo, para Gabriel esto era una cruda y dura verdad.

Los años le habían pasado, aunque no era una persona mayor.
Aún no llegaba a la tercera década cumplida y ya sentía que su vida así sería.

El problema de Gabriel es que deseaba el amor de una mujer.
Aunque no de cualquiera, sino de una imposible para él. O al menos, eso creía.

Algo pasaba por su cabeza cada vez que pensaba en ella.
Esto no era muy seguido, pero cuando su imagen aparecía como un flash en sus pensamiento, la tristeza por no tenerla se hacía presente.

Pero, ¿qué le podía ofrecer?.
Aunque no se consideraba tan lindo, simpático o atlético cómo suponía fueron las parejas de ella, la respuesta era sencilla, amor.

Él le podia dar más amor que ningún otro, pero creía que eso no le bastaría.
Gabriel pensaba que una mujer así merecía a un hombre que se aproximaba a la perfección y él, estaba lejos de ellos.
Su principal miedo era el dinero. Miedo de que por si un milagro hacía que ella tambien quiera que estén juntos, el futuro los distancie por no poderse dar la vida que él creía que ella merecía.


Todos estos supuestos, eran lo que impedían que Gabriel le hable y la conozca. Todo estaba en su cabeza y podía, como no, ser real.

A diferencia de lo que la mayoría cree, la esperanza si se puede perder y de una forma muy facil.
Esta se pierde si uno espera un milagro, si uno no actúa para cambiar su presente.
Siendo estático, mirando desde lejos y encerrandose más y más en su circúlo de soledad.

Esto es lo que hacía Gabriel.

Para él, la esperanza se había perdido...





jueves, 5 de noviembre de 2015

Cuento: El fin (parte 16)

El viento entró en la habitación principal y atrapó a una hoja que estaba sobre la cama.
La hoja tenía escritas solamente tres palabras, pero en ella habían muchos dibujos. Dibujos hechos por una niña.
La hoja voló por la casa y aterrizó en el rostro del hombre que dormía profundamente en el sillón.
Sus ojos, sosprendidos por la situación, reaccionaron abriendose sutílmente por un instante y volvieron a cerrarse con fuerza.

Aquel hombre no se movió. Continuaba soñando profundamente.


Claudia lo miraba fijamente, pero Leo ni siquiera se había percatado de su presencia.

-LEO- Gritó.

Su esposo levantó la cabeza y la vió. Tan hermosa como siempre la había visto. Tan hermosa como la recordaba. Frente a él estaba su gran amor.

-Claudia- dijo.

-Leo, mi vida. Tú sabes que eres lo que más quiero en esta vida y juntos creamos a la luz de nuestros ojos, a nuestra princesa. Pero ahora ya es tiempo de despertar.

-¿De despertar?- Le preguntó, confuso.

-Debes despertar, mi amor. Ya nos hemos podido despedir, pero ahora, es momento de que continúes tu camino.-

-Claudia, no te entiendo. ¿Despertar de qué?- Le preguntó Leo, aún más confuso.

- Tienes que despertar- Se escuchó la voz de una niña.

-¿Quién dijo eso?- Le preguntó a su esposa.

-Tu hija...- Respondió Claudia, friamente.

Leo quedó sorprendido al ver a su hija abrazada a una pierna de su madre. No podía creer que no la había notado antes.

-¿Cómo puede ser?- Preguntó - ¿Cuando llegaste?-

-Siempre estuve aquí, papá- Respondió su hija y añadió -Pero el que no está aquí eres tú, papi.-

-¿Cómo que no estoy?. Aquí me tienes - Dijo, tomándose la mano, la cual la sentía cada vez más fria.

La pregunta la recibió el aire, porque su familia ya no se encontraba frente a él.

-Tienes que despetar...- Dijo.

Estaba pensando en voz alta y se preguntaba por qué habían repetido tantas veces esa frase.
¿Acaso no estaba despierto? ¿Era todo esto un sueño?

Por primera vez, Leo se permitió dudar de toda esta situación por la que estaba pasando.

Luego se tomó el brazo. Lo sentía raro. Lo sentía humedo y frio, pero no tenía rastros de sangre en él.


El agua había alcanzado una considerable altura, la suficiente para alertar y despertar a cualquier hombre del más profundo de los sueños, pero por algún motivo, no funcionaba en él.
Por otro lado, en la heladería por ahora las cosas estaban a salvo. Se había cumplido el tiempo programado y los aros metálicos se abrieron y permitieron el paso del combustible hacia los generadores y unos segundos desupés, se cerraron.

Sin embargo, en el sillón, Leo permanecía dormido, pero algo en su rostro comenzó a moverse.
Sus párpados se movieron levemente, luchando por abrirse.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Cuento: El fin (parte 15)

Sentado en la cama del cuarto, Leo meditaba.

Se encontraba en el sanatorio mental, en el manicomio, y estaba allí para tratar su problema de desconexión al mundo.

Un trueno retumbó en sus oídos. El agua no había detenido su caída desde el momento en que estaba en la camilla del hospital.

"¿Cuanto tiempo habrá pasado?" Se preguntó.

No podía recordar ni siquiera, la última vez que había dormido o incluso comido algo.
Su mente era un enredo de preguntas sin respuestas.

De pronto, la puerta de la habitación se abrio y una persona con un delantal blanco se acercó a él.

-¿Cómo estás ahora? - Le preguntó con una voz tan amable, que le recordaba a la de su padre.

Leo alzó la vista para responderle, pero debido a a un potente rayo, no le pudo ver la cara.

-Estoy bien, doctor. ¿Cuando puedo volver con mi familia?- Preguntó tembloroso. Tenía miedo a la respuesta.

-...- El médico hizo silencio por unos segundos, hasta que finalmente habló -Has progresado bien y falta muy poco para concluir el tratamiento, sin embargo...-

-¿Sin embargo que, doctor?- Las rodillas de Leo comenzaron a temblar.

El médico suspiró y finalmente dijo.

-Sin embargo, creemos que padeces una enfermedad, la cual aún no podemos explicar su origen ni sus caracteristicas. Es por eso, que vendrá una enfermera a extraer una muestra de su sangre.- Concluyó.

Leo intentó seguir con el cuestionario, aunque, para su sorpresa, el doctor ya se había retirado y frente a él se encontraba la joven enfermera con los elementos necesario para obtener la muestra.


La sangre emanaba de su mano derecha y caía al suelo. Una fria sensación le rodeó. Sentía que la sangre le cubrió la mano por completo, aunque solo era un fino y pequeño hilo...



Con los drenajes tapados por la ropa, el agua invadió las calles. Ninguna casa o comercio estaba a salvo, ni siquiera la casa de Leo y el lugar más importante para el, la heladería.
El agua comenzó a subir por ambos lugares hasta alcanzar unos cuantos centimetros de altura.
Por suerte los equipos eran de gran tamaño y la base estaba distanciada del suelo, lo suficiente para evitar los pocos centimetros de agua presentes.
Por ahora los generadores estaban a salvo, pero si esto continuaba así, nada evitaría que dejaran de funcionar.
Pero, en la casa, la historia era distinta, porque a pesar de que no había nada en peligro por el agua, esta había alcanzado ya la suficiente altura para alcanzar la mano de Leo, la cual colgaba desde el sillón en donde dormía profundamente.

Al sentir la fria sensación, su cara se frunció con una mueca de molestia. Sin embargo, él, aún no estaba dispuesto a despertar.

sábado, 10 de octubre de 2015

Cuento de terror a la inversa

Lucas había salido de su casa en busca de algún sitio abierto para calmar su hambre.
Estaba agitado porque había trabajado durante toda la noche.
Eran las 3 de la mañana y las calles estaban desiertas. No habían autos, no habían peatones, no había nada más que el viento que levantaba la basura tirada.
Lucas estaba sólo, buscando un milagro.

Las luces de los semáforos eran su única compañía en la búsqueda de comida.
Había recorrido un par de calles, sin suerte, cuando de pronto pudo ver delante suyo, a unos 600 metros aproximadamente, a una figura parada al lado de un poste de luz.
Se trataba de la silueta de un hombre, aunque había algo raro en él. Era alto, muy alto, aunque eso no era lo llamativo sino que sus piernas eran demasiadas largas para su cuerpo.

Al verlo, Lucas sonrió. De alguna forma, lo extraño de la situación le alegraba.
Durante ese momento su mirada se encontró con la del hombre, quien lo miraba fijamente.
Lucas bajó la mirada y la volvió a levantar, pero el hombre ya no estaba allí.

Siguiendo su camino, la panza le rugía. Dobló en dirección hacia una avenida, pero no obtuvo suerte.
La calle estaba desierta y ni siquiera un auto circulaba por allí.
Lucas dió unos pasos más cuando de pronto, se frenó. Se quedó estático e inmovi, cuando vió al alto y deforme hombre recostado sobre una pared, mirándolo.
Sangre fria recorrió su cuerpo al volver a cruzar miradas.

"¿Cómo había podido llegar hasta ese lugar tan rápido?" Se preguntó.

Podía sentir que algo no estaba bien y decidió emprender la retirada. El hambre se había alejado y ahora sólo una mala sensación invadía su interior.

Al dar el primer paso hacia atrás, el hombre dió un paso hacia adelante.
Lucas dió otro paso y aquel hombre repitió el movimiento.
Esto se había convertido en un juego y mientras más pasos daba Lucas retrocediendo, más pasos daba el hombre acercandose.




Cien metros, 80, 60, 50. La distancia se acortaba y a escasos 30 metros de separación, pudo ver el rostro del otro. Su cara era extraña, sus ojos eran negros, grandes y se movían para todos lados, su naríz era casi imperceptible y su boca reflejaba una sonrisa muy grande, demasiado grande y anormal para el tamaño de su cara.




Con dos pasos más, aquel ser redujo a cero la distancia y levantando uno de sus cortos brazos acarició el pelo de Lucas, que permanecía inmovil. Luego se agachó para mostrarle a su víctima sus perdidos ojos negros.

Con esto, siempre aseguraba la muerte no física de su víctima, pero en esta oportunidad tuvo la sensación de que algo estaba mal.
Su presa no gritaba y no luchaba por escapar. Nuevamente tuvo la sensación de que algo estaba mal y lo podía sentir.


Lo que no sabía este ser es que Lucas era en realidad uno de los 3 superheroes de la ciudad.
Un joven que dedicaba los días a liquidar impuestos en un estudio contable y las noches a liquidar el mal de la ciudad. Claro, él podía hacerlo gracias a su gran fuerza, velocidad y resistencia adquiridas desde su nacimiento.
Pobre ser, el sólo quería matarlo de un susto, pero le salió todo a la inversa y cuando Lucas lo tomó por una de sus largas y deformes piernas, no tuvo escapatoria y recibió golpe tras golpe hasta que un hilo de liquido espeso color violeta salió de la especie de boca que tenía.

La sonrisa de Lucas se transformó en risa y le gritó al ser que él siempre capturaba ladrones y que deseaba encontrarse con algo distinto, en otras palabras, algo salido de los cuentos de terror que tanto disfrutaba leer.

Finalmente el falso cuerpo humano del ser se rompió, liberando a la horrenda criatura de 4 largas patas, 2 brazos, un torso muy pequeño y unos muy largos y afilados dientes.

Gracias a un pequeño forcejeo, el ser pudo liberarse y corrió lo más rápido que pudo. Sus 4 largas patas le daban una velocidad increible.

Segundos después, el ser frenó y se dió vuelta. La distancia que había puesto entre los dos era considerable y por eso, suspiró aliviado.
Dio unos pasos más y volteó nuevamente. Lucas ya no se encontraba.
La criatura comenzó a caminar apurada. Sus 4 patas le hacian recorrer grandes distancias en poco tiempo.

Por primera vez, sentía miedo.
Rápidamente atravezó varias calles hasta que encontró un callejón oscuro donde esconderse.

Estándo allí, escondido, volvió a suspirar, relajado. Pensó que ya había pasado lo peor, pero de pronto, sintió que alguien le respiraba cerca.
Al darse vuelta, Lucas se encontraba allí, tras el ser, a punto de darle el golpe final.

Pobre criatura, solo quería asustar y matar a sus víctimas.

Nuncá pensó que se convertiría en la víctima de su propio juego...


miércoles, 7 de octubre de 2015

Sueños XX: Los viajes

Parados en la puerta de un centro comercial, en los Estados Unidos, nos dirigimos al subsuelo donde se encontraba un supermercado perteneciente a una cadena multinacional.

El permanente movimiento de personas en el recinto daba la sensación de que el lugar estaba abarrotado de gente, no obstante, decidimos entrar ya que quería encontrar algo que venía buscando desde hacía ya mucho tiempo, un juego de cartas coleccionables.

Yo sabía, que en caso de venderse, el juego de cartas se encontraría en la línea de cajas, sin embargo, desde mi posición no podía verlo.

Finalmente decidí entrar, aunque antes de hacerlo, uno de los 2 amigos con los que había viajado me detuvo.

-No puedes entrar- Dijo.

Al preguntarle el por qué, me señaló unos detectores en la entrada del supermercado y añadió:

-Esos son detectores de almas puras y solo los que posean almas sucias pueden entrar.

Me quedé petrificado por esa declaración y decidí comprobarlo.

Al aproximarme al detector, este comenzó a emitir un pequeño ruido que se hacía más fuerte a medida que avanzaba.

Finalmente mi otro amigo dijo que si quería, podía entrar, pero para eso mi alma se oscurecería para siempre.

Por un momento dudé si el juego de cartas valía la pena y luego de pensarlo brevemente, decidí que sí, lo valía.

El ruido proveniente del detector era muy fuerte, hasta que al atravezarlo, cesó y el detector emitió una luz de color roja, permitiendome el acceso. La luz simbolizaba el fin de mi alma pura.

Una vez dentro, me dirigí a las cajas en donde soñaba con encontrar el tan deseado producto....lamentablemente ya se habían terminado.


Acto seguido regresamos al bus donde un guia nos informó que el resto del viaje se compondría de 4 días con actividades relacionadas a la comida y luego 7 días en un hotel all-inclusive.

Detestaba la idea de las actividades ya que me volví a encontrar solo, pero al finalizar estas, me enteré que en realidad, las actividades consistian en ir a un restaurante distinto cada noche.

Finalmente llegó el turno de la mejor parte, el descanso en el hotel que tenía todo incluido.
La desesperación se produjo al bajar del vehiculo y mostrarnos las habitaciones que eran ocupadas a medida que los integrantes del viaje se peleaban por ocupar cada cama con sus pertenencias.

Habían varias habitaciones, algunas nuevas y otras viejas, pero todas poseían un horno eléctrico.

Por el camino perdí una fuente para horno que contenía un corte de carne condimentado (era el proyecto final del viaje) y la ví en el horno de otra habitación.
Decidí ir a reclamarla luego de haber encontrado una cama en donde dejar mis cosas.

En uno de los pasillos encontréa un viejo amigo a quien no había visto desde hacía tiempo.
Estaba sin remera, intentando hacer funcionar una especie de proyector.
Luego de un enfático abrazo, me comentó que estaba intentando capturar un fantasma.

Mi cara fue de asombro, pero permanecí a su lado mientras que veía cómo mi proyecto final era alejado de mi alcance.
Por un momento me deprimí, pero todo se desvaneció cuando mi amigo logró hacer funcionar el proyector y allí, frente a nuestros ojos, apareció un fantasma.
Se trataba de una muchacha de 20 años aproximadamente, que brillaba con un color blanco y flotaba en el aire.

Su cara reflejaba cortadas profundas, seguramente la causa de su muerte.

Lentamente se nos acercó hasta que la tuve frente mío y gritó.

El gritó era inentendible y muy fuerte, tanto que me despertó...

...era una canción que sonaba en la fm del despertador y me desagradaba mucho. Deberé cambiar la emisora.


martes, 6 de octubre de 2015

Cuento: El fin (parte 14)

A medida de que su vista se oscurecía, una franja de luz aparecía por el otro extremo.

Era la luz del sol que brillaba en lo alto de su desolado mundo.
Por un momento, volvió a su paraiso solitario y fue feliz.
Por solo ese instante, su alma sonrió.

Finalmente abrió los ojos.
Estaba recostado sobre una camilla.
Miró a su alrededor y sus ojos se fijaron sobre el espejo que se encontraba en el techo.
En este, vió a un grupo de médicos agachados en dirección a su cuello.
Sentía una leve molestia en la zona donde le estaban operando, pero nada importante.

Luego, sus ojos se perdieron y se centraton nuevamente cuando escucho la voz de Claudia.

-Leo, mi amor.- Dijo con un tono amable.

Leo conocía bien ese tono. Ella lo usaba cuando le debía dar una mala noticia y en esos momentos él debía permanecer callado.

-¿Qué te está pasando?- Le preguntó mientras que una lágrima se formaba en cada uno de sus ojos.

Leo permaneció inmóvil. Por más que quisiera, las palabras no salían de su boca.

-¿Sabes algo...? - Preguntó su esposa y añadió - Creo que hiciste lo que hiciste por Ana y por mí. Y si realmente hiciste eso por nosotras... - Claudia se sacó las lágrimas de los ojos - ...entonces eres un idiota- Concluyó.

Ella comenzó a caminar alrededor de él, mientras que él la seguía con su mirada.

-Nosotras te necesitamos con vida. A nuestro lado. Y sí, tendrás que pagar por lo que hiciste, pero yo se que no eres malo y logré convencer al juez de eso y es por eso, mi amor, que he logrado un trato.

Leo intento hablar, pero no logró emitir más sonido que un gruñido que su esposa interpretó cómo interés por el trato conseguido.

-He logrado, mi amor, que levanten los cargos y que no te lleven a la carcel, pero a cambio irás a un sanatorio mental para tratar tu desconexión al mundo, durante un año. Si en ese año mejorás, serás dado de alta y trabajarás durante un año en trabajos comunitarios. Todo el dinero recaudado será usado para pagar la internación en el hospital y para indeminizar a las víctimas de tus actos....-

Claudia se frenó, lo miró y sonrió antes de proseguir.

-...Será un año duro, pero si te esfuerzas, saldremos adelante.

Al decir esto, Claudia desapareció de la vista, dejando a Leo sólo con sus pensamientos.
El ruido del agua marcaba el comienzo de la lluvia.

Finalmente una cara de seriedad refloró en su rostro.

"Por ustedes, lo haré". Pensó;


La lluvia comenzó a caer con fuerza  y fue cubriendo las calles, inundandolas poco a poco.
No faltaba mucho para que el agua entrase en la heladería donde los generadores velaban por la comida.
Sin embargo, Leo permanecia dormido y en su rostro no se notaban intenciónes de despertar.

  

martes, 29 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 13)

¿Había sido todo producto de su imaginación?
¿Sufría un trastorno tan grande que le ocasionaba desaparecer de la realida?
¿Había cometido todos esos delitos?
¿Su familia permanecía con vida?

Todas esas eran las preguntas que se hacía en su celda.
Sabía que sufría de distracciones, pero nunca pensó que podría haberse perdido completamente en un mundo ideado por su mente.

Mientras más pensaba lo que sucedía, más quería volver a su solitario mundo.
Por alguna extraña razón, se sentía mejor en su propia realidad que en la cruda verdad.

Claudia fue a visitar a su marido varias veces a la comisaria. Aunque Leo ya no le prestaba atención.
Sabía que todo era un sueño y que ella en realidad no estaba allí.
Claudia, por su parte, no hacía más que verlo y llorar.

Finalmente, un oficial lo arrastró fuera de la celda.

-A llegado la hora del jucio- Le dijo.

Leo, falto de fuerzas, no opuso resistencia y fue llevado fuera de la comisaría, donde un grupo grande de periodistas aguadaba impaciente.

Al abrir las puertas de la comisaria, los vió. Se avalanzaron hacia él gritando, haciendo que sea imposible distinguir sus voces y sus preguntas.
El sol brillaba en lo alto con tanta intensidad que Leo no podía permanecer con los ojos abiertos. Esto ayudó al comisario a introducirlo facilmente en la patrulla.

Todo estaba prepardo para dar comienzo al juicio, solamente faltaba su presencia.
Cuando entró, una mano a lo lejos le señaló un asiento. Leo se acercó y la estrechó. Era la mano de su abogado defensor.

Y así, el juicio comenzó.

Su mente estaba perdida. Seguía en aquel mundo y solo volvía para ver cómo subian a declarar los testigos, entre los cuales estaban su esposa, su vecino, el dueño de la heladería y un representante de la petrolera.

Finalmente fue llamada su pequeña Ana, al estrado.
Fue en ese momento que Leo levantó la vista por primera vez. Allí, sentada y asustada se encontraba su princesa, su amor, su hija. Se notaba el nerviosismo en ella mientras que la interrogaban sobre su padre.

Ese momento fue una revelación para él y su cerebro se concentró en ese momento, en esa situación, en el sufrimiento de su hija.
Por primera vez se permitió dudar de su estado mental, de la realidad y de todo lo que pensaba que había sucedido.

Fue en ese momento en el que Leo se levantó y, mirando a su hja, se declaró culpable.

Leo fue inmediatamente encerrado en la carcel del pueblo.

Si realmente estaba perdido, entonces sería una carga para su familia y eso no lo permitiría.
Amaba demasiado a su esposa y a su hija y no les permitiría que sufran por él.
Por eso fue que decidió terminar con su vida, allí, en esa fria prisión.

Su corazón ya no podía soportar el pesar que le había causado a las dos mujeres que más amaba.
Por eso, apenas fue arrojado a la celda, se dirigió a la cama y arrancó de esta, uno de los tensores de acero que sostenía al colchón.
Con el cable en sus manos, lo unió para formar una improvisada daga y allí, en ese momento y sin dudarlo, se la clavó en el cuello.

Leo cayó mientras la sangre emanaba de él. Su vista se nublaba poco a poco hasta que quedó completamente negra...

lunes, 28 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 12)

El sonido de la sirena lo había despertado.
Con pereza, abrió los ojos y delante suyo pudo visualizar unas figuras.
Esto ocasiono que se levantará de golpe del sillón. Por primera vez en varios días, veía a otras personas.

Eran 3 contornos. La brillante luz impedía ver sus rostros, aunque su cuerpo era visible.
Vestían un uniforme color azul intenso, estaba claro que eran policias.
Uno de ellos dió un paso adelante:

-¿Sr. Arcos?-. Preguntó

Leo se sobresaltó.

-¿Sr. Leo Arcos?- Volvió a preguntar el hombre.

-S...si. Soy yo- Respondió, tembloroso.

-Sr. Leo Arcos, queda usted arrestado. Tiene derecho a permanecer en silencio.

El hombre que habló, realizó una seña y los otros dos policias inmediatamente se movieron y arrestaron a Leo, quien seguía conmocionado por todo lo que estaba ocurriendo.

Lo último que alcanzó a ver, antes de ser subido al vehículo de la policia, fue a mucha gente alrededor, gritando.

-O...oigan- Dijo, pero fue callado antes de que pueda seguir hablando.

El viaje prosiguió en silencio.
Leo aún permanecía mareado por todo lo que ocurrió. No solo no estaba sólo, sino que ahora había sido arrestado y minutos después, fue arrojado a una solitaria celda.

Curiosamente, estar en la celda sólo, le hizo calmarse para pensar en lo que había ocurrido.

"¿Cómo podía estar sucediendo esto?"

Fue una de las preguntas que se hizo mientras que se daba pequeños golpes en la cabeza, como intentando destrabar algún tipo de información que su cerebro estaba bloqueando.

"Si estaba sólo en el mundo. Acabo de realizar un gran invento para autoabastecerme de combustible. ¿Cómo puede ser que nada haya pasado?".

Luego de varios minutos de debate, Leo concluyó de que todo esto se trataba de un sueño, cómo sucedió cuando se desmayó el primer día e intentó despertar, dandose fuertes golpes con su cabeza contra la pared.

Sangre comenzó a brotar de su cuero cabelludo cuando escuchó pasos acercandose rápidamente.

-¡LEO!- Gritó la voz de una mujer.

Leo reconoció instantaneamente la voz y sabía que provenía de su esposa.

-LEO- Volvió a gritar Claudia.

Leo levantó la vista y la vió. Allí, afuera de la celda, se encontraba de pie su mujer, llorando desconsoladamente.

-Leo, ¿qué has hecho? ¿qué te ha pasado?- Preguntó ella con sollozos y volvió agritar el nombre de su marido.

De forma calmada, Leo se levantó y respondió. -Tú no eres mi esposa, tú no eres más que un simple sueño del que ya voy a despertar-.

Las palabras de su esposo fueron disparos para Claudia, quien cayó al suelo, desplomada.

-Leo...mi vida...Has dejado de tomar las pastillas, ¿no es cierto?- Dijo,

"¿Las pastillas?" Pensó, intentando recordar a que pastillas se refiere.

-¿¡A que pastillas te refieres!?- Le preguntó a su mujer, quien ya no se encontraba allí.

Leo intentó aclarar su mente y despertar del sueño de una vez por todas, aunque no lo logró ya que apenas unos momentos después, dos oficiales lo levantaron, sacaron de la celda y arrastraron hacia otro cuarto.

Fue sentado en una silla en la sala de interrogatorios. Una luz amarilla muy brillante le cegaba, mientras que las esposas en sus muñecas le restingrian la movilidad de las manos.

Un hombre entró algunos segundos después. Su cara no era visible a causa de la intensa luz, pero comprendía que se trataba de un oficial de alto cargo, un investigador.

El hombre arrojó sobre la mesa un envase con pastillas.

-¿Las reconoces?- Le preguntó.

El envase le pareció muy familiar, pero no podía recordar nada más.
 
-Dejame ayudarte-Añadió el policia. -Son pastillas para la esquizofrenia.

Los ojos de Leo se abrieron cómo nunca y fue ahí, en ese momento, cuando lo recordó.

Esas pastillas se las habían recetado hace ya un año porque sufría de constantes distracciones.

-Ah...veo que ya lo recuerdas- Continuó el agente, ahora levantando la voz y hablando con un leve sarcasmo.

Leo intentó mirar al oficial, pero la brillante luz le cegaba y le hacía bajar la cara.

-Sr. Arcos- Dijo más calmado el oficial. -Usted ha sido acusado por robo, usurpación y violación a la propiedad privada y es un milagro que no haya lastimado a nadie.

-¿Pe...pero cómo?- Fue lo único que le salió de la boca. El estres le impedía pensar.

-Sr Arcos. Usted ha realizado varios crímenes por los que será sometido a juicio dentro de 7 días. Entre los delitos más graves se encuentran el robo de un camión de combustible y usurpar y violar las propiedades de la heladería "Vía Gelato", ubicada frente a su domicilio y llenar el lugar con combustible altamente inflamable.

-Pero, espere, déjeme hablar- Respondió Leo, ahora un poco más lucido. -Yo estaba sólo en el mundo y necesitaba electricidad. Por eso me llevé el camión. Necesitaba los congeladores de la heladería para poder conservar los alimentos que encontré. Debe creerme, estuve muchos días sólo. Fui a la iglesia y había ropa por doquier...-

Leo se calló. A medida que continuaba su historia, podía darse cuenta de lo absurdo que se oía.

Finalmente, luego de un breve silencio, volvió a hablar.

-Lléveme a la celda, por favor.-

El oficial obedeció con gusto y cumplió con el pedido.

Leo necesitaba pensar.





 







martes, 22 de septiembre de 2015

Relatos de humor pensante en Amazon

Ya están disponibles los dos libros en Amazon.

Los pueden encontrarn en los siguientes links:

Relatos de humor pensante:

http://www.amazon.com/Relatos-humor-pensante-Spanish-Edition-ebook/dp/B015GEOFU0

Relatos de humor pensante: un nuevo amanecer:

http://www.amazon.es/Relatos-humor-pensante-nuevo-amanecer-ebook/dp/B015GEOHXU

¡Ambos en oferta por tiempo limitado!


Cuento: El fin (parte 11)

El siguiente día fue muy caluroso y por más que trabajó en la sombra, Leo debió consumir varias botellas de bebidas para mantenerse hidratado.

Lejos de ser perfecto, estaba muy orgulloso de su trabajo y al mirarlo, no podía hacer otra cosa más que reir.
Si, le llevó gran parte del día terminarlo, pero por otro lado, no tenía otra cosa que hacer.

Finalmente, estaba completo y amurado a la pared, se encontraba el gran tanque almacenador.
Según los cálculos, con este gran tanque, podían estar abastecidos los generadores de eléctricidad durante casi 2 semanas.

Cabe destacar que leo fue muy ingenioso con su ídea.
El tanque se encontraba en amurado a un rincón de la heladería, en uno de los extremos superiores.
De este, nacían 3 mangueras las cuales iban en diagonal hacia abajo hasta el otro extremo de estas, los cuales estaban poseían una tapa que al abrirla permitían que el combustible caiga a un gran embudo.
Estos embudos estaban adheridos a otra manguera, cuyo otro extremo desembocaba en la entrada del combustible de cada uno de los generadores.

En total habían 3 mangueras que salían del tanque principal y otras 3 mangueras con embudos que atrapaban el combustible para luego desembocarlo en los generadores.

De esta forma, pensó, que al estar separados por distancia y por aire, si se produjese un incendio, tendría un poco de tiempo para reaccionar y apagarlo.
Para esto, dispuso de varios extintores y bolsas de arena en las cercanías.
Los extintores los retiró de los autos. Tenía la posibilidad de colocar lo más grandes que venden en las tiendas, pero no estaba seguro de que funcionasen contra el fuego causado por combustible. Fue por eso que, jugando a la segura, reunió casi 20 pequeños extintores que se encontraban en los autos de alrededor.

Aunque, su gran hazaña fue la de automatizar el sistema.
Leo no quería tener que ir constantemente a recarar los tanques, por lo que buscó algún método para que se abran solos cada cierto tiempo.

Para eso, decidió ir a la tienda de electrónica y buscó algún sistema parecido al que usan en los campos para el riego.
Aprendió mucho del campo gracias a su esposa, ya que su padre poseía un campo con una huerta importante, aunque Leo nunca le prestó demasiada atención, ni le interesaba aprender de ese tema.
Sin embargo, ahora, lo poco que recordaba, le ayudó a tener una ídea para su soberanía energética.

Lamentablemente en la tienda de electrónica no encontró lo que buscaba, por lo que decidió volver al "X-Treme Mall".
Dentro de ella, fue directo a la sección de jardinería.
Para su mala suerte, los sistemas de riego que encontró eran por goteo y no le servían.

Frustrado por eso, decidió aprovechar su visita y recoger algunas bebidas.
En el camino pasó por varios sectores, entre los cuales se encontraban los juegos para niños.
El fin del día se aproximaba, pero ya no le importó y decidió distraer su cabeza mirando los juegos disponibles.
Las góndolas eran interminables, colmadas de todo tipo de juegos.
Finalmente llegó al último pasillo, donde se encontraban los juegos electrónicos. Mucho no le interesaban, ya que consumían eléctricidad y apuró el paso hasta el final del corredor donde se encontraban las bebidas restantes, pero antes de llegar, algo detuvo la marcha del carro de compras. Una remera y un pantalón se metieron dentro de una de las ruedas e impidieron su avance.
Luego de retirarlas, notó que debajo de estas había una caja con uno de los juegos del sector.

La levantó y por un momento pensó en aquella persona que estaba eligiendo aquel juego cuando pasó lo que pasó.
Tómo la caja en sus manos y se dispuso a acomodarla junto al resto de las suyas, aunque antes de eso la vió y no podía creer lo que tenía en sus manos.

El juguete consistía en nada más ni nada menos que un mecanismo de apertura de una tapa redonda.
Aunque en realidad era un accesorio de otro juego más complejo, era perfecto para lo que necesitaba....era realmente perfecto. Lo abrió y leyó las instrucciones.

El accesorio era de muy facil uso. Un aro de metal conectado a un pantalla digital mediante unos cables. Mediante la pantalla digital se ponia cada cuanto tiempo se abria y cerraba el aro, así de sencillo era.
El dispositivo funcionaba con baterias y con transformador, por lo que podía conectarse directamente al propio generador.

Era realmente un milagro...tomó varios de esos dispositivos, algunas bebidas y volvió a la heladería.
Quería colocar el mecanismo antes de irse a dormir, aunque lo logró con tiempo de sobra.

Leo miraba su creación y sonreía.
Nunca pensó que sería tan bueno para esto.
Ahora sabía que por fin, podía dedicarse a otros temas.


Volvió al sillón de su casa y se acostó. Demoró un poco en quedarse dormido debido a que aún la emoción de su obra permanecía activa.






martes, 15 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 10)

Deteniendose a un costado de la carretera, bajó del enorme camión y volvió a reir.
No podía creer su buena suerte dentro de esta infame realidad.
Ahora tendría combustible suficiente para sus generadores por un largo tiempo.

Condujo hasta la entrada de su casa y allí se detuvo. Luego apagó el motor y descendió del camión.
Se quedó pensando.

-¿Cómo hago?- Pensó en voz alta.

Tenía un enorme camión y unos pequeños generadores y se preguntaba y debatía cómo hacer para automatizar el sistema y no preocuparse porque se corte el flujo de eléctricidad.

Algunos minutos después, ya tenía varios métodos aunque ninguno le convencía, pero, proceso de eliminación mediante, eligió uno, mientras que rellenaba los generadores,

Aunque no estaba convencido del todo, decidió aplicar ese método hasta que se le ocurra algo mejor.

El método consistia en rellenar constantemente los generadores mediante la gravedad.
Para esto, debía fabricar un tanque con las mayores dimensiones posibles y colocarlo por encima de generadores. Luego, pequeños tubos que nacen en la base del tanque terminaban dentro del tanque de carga del generador, abástesiendolos continuamente de combustible.

Este plan tenía muchas fallas. La primera es que el tanque de los generadores debe cerrarse bien luego de recargarlo y con este sistema, estaría abierto.
La segunda es que los tanques podían ser rellenados de manera excesiva y terminen desbordando, consumiendo innecesariamenete más cantitad de combustible de la requerida.
Finalmente, y la más importante, es que, al estar conectados, si alguno de los generadores desprendía una chispa, está podría prender fuego a toda su reserva de combustible casi instantaneamente y si esto sucede, también sufriría las consecuencias toda la comida que logró reunir.


A pesar de todo esto, pasó todo el día dedicado a construir el tanque.
Para esto, recorrió por fuera, varias casas del pueblo, buscando el tanque que mejor se adecúe a sus necesidades. Utilizaría para su ídea, el tanque de reserva de agua de algúna casa pequeña.
Cómo la mayoría de las casas de su ciudad eran de tamaño similar, la búsqueda le llevó un rato hasta que finalmente encontró un tanque perfecto para el tamaño que disponía.

Pero lo dificil fue sacarlo. Esta era una ardua y pesada tarea que le consumió gran parte del sol restante.
Para esto, debió armarse con martillos, sierras y otras herramientas y destruir parte del techo.
Esa fue la tarea más sencilla, pero la más extenuante fue cortar la cañeria de cobre que salía del tanque.

Finalmente decidió cortar el tanque y se lo llevó rodando hasta la heladería.
El sol ya había bajado cuando llegó, por lo que encendió unas luces y se dispuso a comer.

Por último se acostó en el sillón de su casa para dar por finalizado el día y descansar. Una larga mañana de trabajo le esperaba.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Cuento El fin (parte 9)

Levantandose del sillón, salió de su casa y se dirigió a la de su vecino para asearse.
Quedaba poca agua en el tanque, pero fue suficiente para higienizarse.

Luego retornó a su casa y entró en la cocina. Abrió la alacena y retiró de ella una lata de café.
A pesar de no estar caliente, lo tomó y con eso, se despertó del todo.

Había descansado bastante bien.
Luego de un último bostezo, decidió ir a ver su logro del día pasado. Entró en la antigua heladería y allí los vió, su obra de arte. Congeladores conectados a generadores eléctricos y dentro de los primeros, lo más importante, comida.

Una sonrisa apareció en su rostro, pero fue rápidamente borrada del mismo. Algo no estaba bien.
Los generadores, que eran muy ruidosos, no estaban emitiendo ruido.

-¡OH NO! - Gritó mientras que los revisaba.

El combustible en ellos se había agotado.
Sin embargo, y para su tranquilidad, al abrir los congeladores, un aire gélido salió de dentro, simbolizando que se habían detenido hace poco.
Debía conseguir más combustible para rellenar los generadores y esta sería su primer tarea del día.

Salió del local y se digirió a su camioneta.
Destinó un par de horas en recorrer las estaciones de servicio del pueblo, aunque con poco resultados.

Sabía que podía quitarle el combustible a otros autos mediante succión, cómo lo había visto en las películas, pero no obtuvo exíto. Lo intentó varias veces y no lo logró. Algo debía de estar haciendo mal.

También sabía que podía excavar hasta llegar al subsuelo de las estaciones, donde se encontraban los tanques de almacenaje, pero para eso necesitaba muchas herramientas y tiempo y este último apremiaba.

Finalmente decidió alejarse del pueblo para conseguir combustible y fue en ese momento que un miedo invadió su mente.

¿Cómo sabría si lo que le pasó a su ciudad había sucedido en el resto del mundo? ¿Qué le esperaría afuera? ¿Cómo explicaría que él es el único sobreviviente?

Pero, a pesar de tener estas dudas, no le quedó otra opción y el tiempo le apremiaba.

Buscó entre los autos, alguno con el motor apagado y con el tanque por lo menos a un 50% de su capacidad. Con menos de eso, temía no poder regresar.

Varios de los vehiculos que estaban con sus llaves, en las calles, habían agotado su reserva de combustible. Otros, no tenian mucho, tal vez, suficientes para traasladarse por la ciudad.
A estos autos le colocó un cartel en sus vidrios delanteros y en estos carteles escribió un porcentaje, simbolizando la cantidad de combustible disponible.

Finalmente encontró un auto con el tanque casi por completo. Era un pequeño auto color rojo, que debía tener por lo menos 10 años de antigüedad. Curiosamente, dentro de este, no había ropa que sacar.

"Una buena señal" Pensó y emprendió rumbo.

Conduciría unas pocas decenas de kilometros hasta la ciudad vecina, pero antes, se detendría en la estación de servicio que estaba a mitad de camino.

El camino fue lento y manejaba con cuidado. Habían muchos obstáculos, muchos autos detenido en el medio de la ruta y debían ser esquivados con cautela.

Finalmente, luego de casi media hora al volante, pudo vislumbrar la estación de servicio.
Esta no era cómo la de su pueblo, sino que era por lo menos, unas diez veces mayor.

Estacionó lo más cerca que pudo de los surtidores, cargando en sus manos tantos tanques vacios como pudo, pero lo que vió al levantar la vista hizo que se le calleran de las manos, provocando un gran estruendo.

Allí, frente a él, estaba detenido un camión transportador de combustible.

Leo lo miró fijamente y, por primera vez desde que ocurrió esto, rió. Rió con ganas.

Y con la risa perpetuando en el silencio del mundo, condujo el camión colmado de combustible de regreso a su casa.




sábado, 5 de septiembre de 2015

Sueños XIX: Pesadilla


Increiblemente habíamos rentado esta casa de ensueño por muy poca plata.

El lugar estaba dividido en dos partes. Una de ellas estaba compuesta por el sector de cocina, 2 baños y 4 dormitorios. La otra consistia en una sala de estar y 3 dormitorios más. Pero lo más maravilloso de todo era que ambas partes estaban unidad por un jardín interno y en el medio de este, se encontraba una pequeña cascada que depositaba sus aguas en un pequeño laguito que se podía atravesar gracias a un tronco que se encontraba puesto.

Que maravillosa casa y, a pesar de que la alquilamos solo para vacacionar por un fin de semana, presentimos que la ibamos a disfrutar bastante.

Después de charlas y risas bajo la cascada, decidimos que era tiempo de ir a dormir y cada uno se fue a la habitación que le tocó según el sorteo realizado minutos antes.


Mi familia es bastante numerosa y por supuesto que no ibamos a entrar en todas las habitaciones, por lo que me tocó dormir, sólo, en la sala de estar.
Al entrar en ella, un dolor muy molesto apareció en mi cabeza, cómo si alguien me la estuviese apretando con todas sus fuerzas.
Decidí, entonces, buscar algún medicamento que me aliviane, pero no fue necesario, ya que al salir el dolor se fue como por arte de magia.

Volví a entrar a la sala y el dolor comenzó de nuevo, aunque ahora más fuerte.
Hice una vez más la prueba y entonces comprendí que algo no estaba bien.

Pocos segundos duró mi incertidumbre, cuando al otro lado de la habitación aparecieron repentinamente y frente a mis ojos, dos niñas, una un poco más alta que la otra.
Estás eran rubias, con el flequillo que les tapaba la frente y con dos trenzas que les caían a cada lado de la cabeza.
Estaban vestidas con un uniforme escolar, color gris.

Entré en pánico.

Salí corriendo a la habitación de al lado que por suerte no tenía cortinas. Mi tía y mi prima estaban mirando la televisión en el sillon que había allí.
Sin poder hablar, tensionado por el miedo, golpeé el vidrio y con señales de mis manosl pedí que me ayuden.
Mi prima se levantó y, sin que pueda explicarle con palabras, la arrastré a la sala de estar donde las dos niñas estaban acercandose a nosotros.

Ambos nos quedamos paralizados, ella más cerca de la puerta y yo a unos pasos más cerca de quienes quieran que fueran esas aparentes niñas.


Se acercaron a mí.
Pude notar que no estaban caminando y se movían estando estáticas, estando rígidas.
Se acercaron más, tanto que las tuve a escasos pasos de distancia.
Quise escapar, pero el miedo me paralizaba y mis piernas no se movían.
Les grité: "MUEVANSE, MALDITAS", pero no me hicieron caso.
La niña más pequeña detuvo su marcha, pero la grande continuó acercandose a mí. Se acercaba lentamente, cómo su estuviese flotando y esperando a que el viento la empuje.






Mi prima estaba al lado mío, pero no podía hacer nada. El miedo también la había dejado paralizada.

La niña mayor ya estaba pegada a mí y había levantado su cabeza que hasta ese momento estaba cabizbaja.
Con unos ojos completamente negros, clavó su mirada en mí mientras que mi dolor de cabeza se agudizaba.

Me miró por unos segundos más, aunque a mí me parecían largas e interminables horas y luego abrió la boca. Pero no era una boca cualquiera, sus labios se separaron bastante, cual "Depredador" y comenzó a emitir un fuerte sonido que incrementó aún más, mi ya intolerable dolor de cabeza.
El ruido era tan fuerte que sentía que mi cabeza iba a explotar y se iba incrementando hasta el punto maxímo en el que la niña logró introducirse en mi ya vulnerable cuerpo.

Mi dolor se calmó, pero mi mente no y me obligó a despertarme.





Un sueño para olvidar...

martes, 1 de septiembre de 2015

Segundo libro

¡Ya está a la venta el segundo libro de estas locas y "reflexibas" historias!

http://www.elaleph.com/libro/Relatos-de-humor-pensante-un-nuevo-amanecer-de-Leandro-Rubacha/720352/

Con edición hecha y algunas correcciones.

jueves, 27 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 8)

Pensó que soñaría cómo cuando se había desmayado.
Pensó que su mente lo llevaría de nuevo al pasado.
Pensó que no podría descansar.
Pensó que tedría miedo.

Pero nada de eso pasó. Estaba demasiado cansado.

Gracias a dios, los días eran largos y apenas a las 6 de la mañana, el sol ya brillaba en lo alto.
Leo se despertó. Había pasado la noche en el sillón del comedor de su casa.
Se levantó y desayunó cómo pudo, con lo que tenía.
Debía juntar muchas fuerzas para el día que tenía por delante. Sabía que tenía que hacer muchas cosas y no quería olvidarse de ninguna y por esto es que tomó una birome, un papel y comenzó a escribir la lista de las cosas que debía hacer:

"Lista para hacer:
                           1) Posicionar los generadores
                           2) Llenarlos con combustible

                           3) Enchufarlos a las heladeras
                           4) Buscar carne y alimentos congelados"


Esto era lo que debía lograr hoy. Debía lograr obtener la mayor cantidad de alimentos.

Posicionar los genedadores le llevó más tiempo del que pensaba.
Para poder colocarlos, primero debió hacer espacio en el recinto.
Las mesas y sillas donde la gente disfrutaba el helado debían irse. Lo mismo con el resto del mobiliario.
Leo trabajó sin descanso y solo se detuvo cuando encontró ropa tirada en el suelo. Aunque ya sabía que la encontraría por todos lados, esta era un recordatorio permanente de lo solo que se encontraba.

Finalmente, luego de unas horas de trabajo, los generadores estaban en posición.
Era momento de llenarlos de combustible y yendo nuevamente a la ferretería, tómo varios bidones creados especificamente para ese fin.
Luego, bidones en mano, se dirigió a la estación de servicio donde los intentó llenar.
De los diez bidones que tenía, sólo pudo llenar la tercera parte.

-Debe ser por la falta de electricidad- Dijo en voz alta.

Dejó los bidones vacíos y volvió a la heladería con los 30 litros de combustible obtenidos.
Con eso pudo cargar los generadores para que funcionen durante unas horas a la minima potencia.
Debía obtener más combustible antes de encencerlos y de conseguir los alimentos.

Durante las siguiente hora se dedicó a recorrer las estaciones de servicio del pueblo. No eran muchas, pero todo lo que podría conseguir sería útil.
Por fín, después de varios viajes, logró recolectar todo el combustible disponible en los surtidores.

Sabía que debía hacer funcionar las bombas, pero eso lo resolvería más adelante. Su objetivo principal era la comida.
Finalmente había llenado a la mitad, todos los generadores que tenía. Los reguló para que trabajen juntos a la mínima potencia y así que perdure el combustible en ellos.

Mediante la utilización de un duplicador de enchufes, cada refrigerador fue conectado dos generadores.
Y así, había llegado el momento de realizar la primer prueba.
Para encender los generadores, había que tirar con fuerza de un cable piolín.

Un intento...dos intentos..tres intentos. Al tercero ¡el generador encendió!.
Lo mismo pasó con el otro y pocos minutos después, la heladera comenzó a producir frio.

¡Lo había logrado! y para festejarlo, Decidió abrir una de las latas de comida, "reservadas".
Estas latas eran pocas y las había catalogado así para ser consumidas solo en momentos especiales.

Mediane el uso de cerillos, encendió un improvisado fuego que sirvió para calentar la comida especial, Pato a la naranja.

 Luego probó los restantes generadores y todos funcionaban. La suerte estaba de su lado.

 Pero ahora faltaba lo más complicado, conseguir los alimentos.

 Para esto, Leo fue al lugar que tanto había esquivado. Fue al supermercado denominado "X-Treme Mall".
Era un lugar tan grande que su precencia había hecho quebrar a varios comercios más pequeños.

Si no encontraba lo que necesitaba allí, estaría perdido.

La entrada era imponente, aunque el paisaje por dentro era desolador. Las interminables gondolas estaban casi por completo vacías, aunque aún quedaban suficientes artículos comestibles.
Leo decidió hacer caso omiso a estos. Su objetivo principal era obtener carne y verduras congeladas y apresurandose para llegar a ese sector, sus ojos derramaron lagrímas.

No era mucho, era poco, pero era carne, pollo, pescado y otros productos congelados.
Al tocarlos, estos no estaban congelados, pero aún se conservaban frios.

No tenía mucho tiempo, por lo que llenó varios carritos con todos los productos que veía a simple vista y los llevó lo más rapido que pudo a los congeladores.

Por fín lo había logrado, pero había gastado todo un día para hacerlo. El sol ya se estaba ocultado.

Luego de comer, se lavó los dientes y se dirigió al sillón para por fín descansar.

-Al final, este ha sido un buen día-. Dijo, quedandose dormido.













martes, 25 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 7)

Cuando levantó del suelo la remera, un recuerdo se le vino a la mente.

"Sentados en el banco de un parque de diversiones, Leo descansaba. Había sido un largo y agotador día para él. Ana lo había estado llevando de un lugar al otro del parque. Para ella, esto era un sueño y no quería que se termine, aunque los pies de su padre opinaban lo contrario.

-Ven papi, vamos a la tienda- Le decía Ana, sentada impaciente en el banco.
- En dos minutos mi amor- Le respondió. - Mis pies me piden un descanso.
-Dale, papi, vamos ahora- Le retrucó su hija, tomandolo de la mano para que se levante del banco.

Perdida la batalla, Leo se levantó y ambos fueron al único lugar que les faltaba conocer, la tienda.
Con dos pisos de productos, la tienda era un lugar muy grande.

Ana se soltó de la mano de su padre y se apresuró a entrar y mirar todas las cosas que el lugar ofrecía.
Hija rapido, padre lento, ambos recorrieron la tienda a su modo y se reencontraron unos pocos minutos después. Su hija había recolectado tres productos, mientras que el mayor solamente uno, una taza negra que cuando se llena de algún liquido caliente, un corazón aparece en el medio de ella.
La taza se la regalaría a su esposa. Claudia no había podido asistir por imprevistos en su trabajo.
Ana, por su parte, cargaba un vaso de plástico, una caja de lapices de colores y una remera un tanto parciular.

-¿Esa remera te gusta, hija?- Preguntó su padre tomando el producto y extendiéndolo.

Muchos colores, por lo menos 20, conformaban el arte en ella. De por sí, era demasiado llamativa.

-Si.- Fue la respuesta de su hija mientras que se dirigían a las cajas..."

Ahora tenía esa extraña e inconfundible remera en sus manos. Prueba fehaciente de que su pequeña había estado allí hace no mucho.

Con un gran esfuerzo mental, abondonó el lugar, con la prenda en sus manos.
Sabía que tenía una tarea mas importante que hacer y debía cumplirla y cuando lo haya hecho, volvería para buscar pistas de lo sucedido.

Se dirigió a su camioneta y vió la poca comida que había logrado reunir. Su principal objetivo en ese momento era lograr su supervivencia.

Su plan consistia en reunir la mayor cantidad de alimentos y almacenarlos en un lugar cómodo.
Subió a su camioneta y se dirigió al siguiente mercado. Primero iria a los pequeños comercios para luego al gran supermercado de la ciudad.

Recorrió 5 almacenes en total hasta que logró llenar la camioneta. No era mucha comida, pero debía depositarla en un lugar seguro.
Decidió que ese lugar fuera su propia casa, después de todo, ¿qué otro lugar era más cómodo para él?.

Una vez llegado, descargó todos los productos y los fue depositando en las alacenas de la cocina, las cuales estaban extrañamente vacías, aunque a Leo ya nada le parecía raro.

Ya tenia varis alimentos, la mayoría frituras y enlatados, para sobrevivir un tiempo, aunque sabía que necesitaba carne en su dieta.

-Si consigo carne, debe aún permanecer refrigerada, de lo contrario ya estará podrida- Dijo en voz alta, hablandole al aire.

Y estaba en lo cierto. Al cortarse la luz hace ya un rato, sabía que no tenía mucho tiempo hasta que la carne congelada, si encontraba, se eche a perder.

No poseía el trabajo mejor pago, pero Leo no era nada tonto y conocía muy bien el método para conservar los alimentos. Debía conseguir generadores eléctricos.

Estos generadores funcionan a base de combustible y eran usados en el pueblo en los momentos en que se iba la luz y lamentablemente eso, en su pueblo, era constante.
Por eso se dirigió a la ferreteria más grande y allí encontró unos 8 generadores los cuales trasladó hasta la heladería frente a su casa.
Decidió instalar los generadores allí ya que sabía que la instalación eléctrica era resistente y además quería utilizar los congeladores del helado para guardar todos los productos que pueda conseguir.

El sol estaba cayendo y la oscuridad comenzó a reinar. Había pasado todo el día corriendo y ahora, por más que no quisiera, debía descansar.

Esta sería la primera noche que pasaría sólo y la sangre fria permaneció con él hasta que concilió el sueño.



martes, 18 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 6)


Por fín su cuerpo estaba estable y sus pensamientos se acomodaron.

"Es hora de comenzar" se dijo y partió rumbo a la despensa más cercana.

Su plan consistia en recolectar la mayor cantidad de alimentos posibles y mantenerlos almacenados.
Tarea nada facil, por cierto, y lo pudo comprobar al llegar al primer mercado.

En las góndolas reinaba el vacío y la mayoría de los productos panificados anunciados no se encontraban allí. La harina, el arroz, las frutas, verduras y legumbres, las bebias, las conservas, casi todo había sido apartado de su lugar de descanso.
Leo tomó TODO, literalmente, lo que se encontraba en el almacen y lo cargó el baúl su camioneta.
Entre las cosas rescatadas habían un par de paquetes de harina, muchas frituras y suficientes latas de comidas enlatadas como para alimentarse hasta que expiren.
Una de estas era una lata de salchichas tipo alemanas la cual abrió en ese momento y, con la ayuda de un tenedor tomado de al lado de la caja registradora, las engulló. Recien ahora se había dado cuenta del apetito voraz que tenía.
También pudo rescatar algunas latas de gaseosas, pero ninguna botella de agua.

Luego de la comida, se dirigió al asiento delantero de su vehiculo para llevar el botín al lugar de almacenaje, su casa, pero antes de subir, algo se enredó en su pie izquierdo.
Una camisa y un pantalón de vestir yacían en el suelo, entorpeciendo sus movimientos.

"Que extraño" Se preguntó mientras que disipaba el obstaculo.

En realidad, hasta ese momento, Leo no se había detenido a mirar a su alrededor y cuando lo hizo lo pudo ver.
Había ropa tirada por doquier.

"¿Qué demonios pasó?" Se volvió a preguntar, ahora más nervioso.

Tenía miedo de conocer lo sucedido y temía que esto sea una pista. No quería saberlo, pero debía. Debía saber lo ocurrido para así evitar su destino por si vuelve para buscarlo.

Instintivamente su cuerpo le dirigió hacia su punto de partida, hacia la iglesia.
Cómo estaba próximo a ella, no fue necesario gastar combustible.
Pocos segundos después, llegó y se detuvo frente a la fachada. Su aspecto era imponente y la cruz en el techo le daba un aire de celestial, muy distinto a como era por dentro, tétrica y lúgubre.
Se dirigió al pedestal donde dejó apoyada la nota de su mujer y la volvió a leer.

"Las nubes están llegando. Es hora de ocultarnos en el gran salón."

Debía buscar el gran salón, pero ¿cual era?.
Recorrió toda la iglesia y abrió todas las puertas pero nada. El gran salón estaba oculto a sus ojos.

Solamente le quedaba una puerta por abrir, en la que un cartel advertía "No pasar".
Al girar la manija, la puerta no se abrió. Estaba cerrada con llave.
Leo buscó a su alrededor algo que pudiera usar como herramienta y tomó un extintor como ayudante.

Uno...dos...tres. Al tercer golpe, la manija de desprendió, destrabando la puerta y dejandola abierta.
Se trataba de una oficina administrativa, con una computadora (apagada), con cuadernos con números escritos y varias cajas con registros contables.
La oficina era muy pequeña para ser un "gran salón", no obstante, Leo revisó cada centimetro cuadrado del lugar y gracias a esto pudo encontrar un plano de la iglesia que estaba reposado cómodamente en el fondo de uno de los cajones del escritorio principal.

Cómo había poca luz en el lugar, se dirigió hacia la entrada, donde la luz del sol aún brillaba intensamente.
El mapa era bastante claro y en un sector encontró al tan deseado "gran salón". El mismo se ubicaba, según el plano, detrás del atríl donde estaba la carta de Claudia.
Sabía que no había visto ninguna puerta, pero decidió hacerle caso al dibujo y una vez allí, notó algo que antes había pasado por alto.
Detrás del atríl, a unos 20 pasos de distancia, había una gran cortina de terciopelo violeta que abarcaba desde el techo al piso del lugar y al correrla, una puerta se encontraba allí.
Esta no se encontraba cerrada como la anterior y pudo entrar sin problemas.
Un largo pasillo, cubierto con antorchas que aún ardían conducia a un recinto muy grande, completamente iluminado por el fuego.

En el medio del gran salón yacía lo que tanto temía.

Un cúmulo de ropa, cubría todo el suelo y entre estas, Leo reconoció la ropa colorida de Ana, su hija...


jueves, 13 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 5)

El extremo de una soga atrapaba su cuello.
El otro extremo estaba atado a la rama de un árbol.
Debajo de él había una silla, la cual impedía que cayera y su cuello se quebrara.
Había decdido dar por terminada su vida.


Pero llegado el momento, no se animó a soltar la silla y desatando la soga de su cuello, se detuvo a pensar que hacer.

A pesar de no ser una persona religiosa, no se lo ocurrió otro lugar más que la iglesia. Iría a rezar.

La iglesia se encontraba, cómo en muchos otros pueblos, en el centro de la ciudad, situada frente a la plaza principal y al costado del ayuntamiento.

Al entrar, se dirigió hacia el centro, a la primera fila de asientos. Estaba vacía, por supuesto.

El silencio era tan intimidante que Leo no se pudo concentrar en su objetivo y prefirió recorrer aquel extraño lugar, para él. Pocos pasos duró su reocrrida cuando algo le llamó la atención.
Un celular yacía sobre un almohadon rojo encima de un atríl.

El mismo se encontraba conectado a un cargador externo, seguramente para que su batería resista.

"¿De qué me sirve un celular ahora?" Pensó.

Pero había algo curioso en el teléfono. Le resultaba muy familiar.
A pesar de que muchos modelos eran similares, al darle la vuelta vió una calcomanía de pony.
Auntamticamente un recuerdo de su hija le vino a la cabeza, un recuerdo de hace no mucho tiempo atrás en que ella deseaba montar a caballo y su fascinación por el animal era tan grande, que incluso les obligó a sus padres a pegar estás imágenes en sus teléfonos.

No cabía ninguna duda. Ese celular era el de Claudia, su esposa.

Revisando un poco más el movil, encontró varias fotos de Ana, jugando felizmente.
Durante unos minutos, Leo se quedó estático, mirando una foto de su pequeña y de su esposa.
Ambas estaban sonriendo y detrás de ellas había un muñeco de nieve a semi hacer.

Lo recordaba bien ese día. Fue un 20 de Diciembre en el que, debido a la cantidad de nieve que cayó, no pudo ir a trabajar y se quedó en su casa, jugando afuera con su familia.
Una sonrisa se dibujó en su cara mientras que buscaba y veía otros videos.

Dentro de las carpetas del celular, encontró una que decía "No abrir".
Esto solo generó más curiosidad en él y al acceder a esa carpeta, habían otros 4 videos.

Al verlos, Leo soltó el celular, el cual cayó duramente al suelo y desde ese momento, dejó de funcionar.
Los videos no daban lugar a dudas, su esposa lo había estado engañando y no había borrado las filmaciones.

Al agarcharse para levantar las partes del teléfono, encontró un sobre que decía "Leo Moss"

-¡Ese es mi nombre!- Exclamó mientras que sacaba la hoja de papel contenida en el sobre.

La nota decía:

"Leo, mi amor:

Tal vez despiertes, tal vez no. Rezo para que sí lo hagas.
Nuestro fin está cerca. El sacerdote nos advirtió y nos hemos refugiado en la iglesia.
Hemos realizado un sorteo y tú, mi amor, has sido elegido.
El sacerdote realizó el ritual en nuestra cama.
Rezo para que funcione.

Las nubes están llegando. Es hora de ocultarnos en el gran salón.

Confiamos en que todo funcionará y algún día encuentres esta nota.
Nunca olvides que tu hija y tu mujer te aman."


Ahora ya lo sabía todo.
Estaba solo en el mundo y por más que en otra realidad se hubiese divorciado, ahora ya nada importaba.
Su hija, su esposa, su familia, todo había desaparecido y desde ahora, el se dedicaría a comenzar todo de nuevo.

jueves, 6 de agosto de 2015

Cuento: El fín (parte 4)

Una mujer estaba parado frente a él. No, no era solamente una mujer.
La que de pie se encontraba era nada menos que la mujer con la que había compartido su vida durante los últimos 15 años, Claudia, su esposa.

-¿Has tenido una pesadilla?- Le preguntó.

-¿Cómo que una pesadilla?- Respondió. - ¿Dónde has estado?


Su mujer estaba parada frente a él, mirandolo fijamente. Su cara denotaba preocupación.

-¿Qué clase de pregunta es esa?- Le replicó. -Estaba en el patio trasero colgando la ropa.

-¿En el patio trasero?

-Así es. Ahora, me puedes decir ¿qué diablos te sucede?

En ese momento repensó donde estuvo todo el día y reparó que nunca fue al patio trasero de su propia casa.

-Pero...¿Cómo me has encontrado? ¿Cómo sabías donde estaba?- Le preguntó a su esposa.
-¿Encontrarte? ¿Es acaso un chiste?.

La voz de Claudia se volvió más seria.

-Leo, amor, ¿te encuentras bien?-

Leo se miró. Llevaba puesta su ropa de dormir y con un brusco movimiento de su cuello, miró el panorama a su alrededor. La conclusión fue evidente, se encontraba en su propia casa.

-Pero...- dijo con voz nerviosa. -Todos habían desaparecido. Me desperté con velas alrededor y no había nadie en la ciudad. Fui a buscar a Ana a la escuela...

Él mismo se interrumpió.
Al relatar lo que había vivido se dió cuenta de lo disparatado que sonaba.

"¿Lo había soñado todo?". Pensó mientras que una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Con mucho animó, se desplomó en la cama.


-¿Al colegio por Ana? Pero si hoy es Domingo, Leo.
-¿Quieres decir que ella está...?
-Así es, ella está abajo, en la sala, jugando.

Leo se levantó de la cama y gritó llamando a su hija.

-ANA- Gritó.

Su llamado no fue respondido entonces salió del cuarto y volvió a gritar.

-ANA.

Una lejana voz acudió en respuesta.

-Estoy aquí- La voz de Ana parecía perderse en el aire.

Con una gran sonrisa y desesperado por abrazar a su hija, Leo se paresuro para bajar.

-TEN CUIDADO- Le gritó Claudia - Acabo de limpiar la escalera y puede que siga mojada.

Las palabras de su esposa produjeron un efecto de distracción en él y sin poder evitarlo, Leo resbaló y se golpeó la cabeza contra el suelo, desmayandose.


- o -

Una botella de agua yacía a su lado.
Se había caido al abrirse la heladera antes de desmayarse.
La botella, rodando, fue a parar a su cabeza, provocando en ella un gran dolor.

 Poco a poco se fue reincorporando para ver que su pesdilla continuaba siendo realidad...

miércoles, 5 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 3)


Las lágrimas perduraron durante unos minutos más.
Por fin había caido en la situación de haberse quedado solo en el mundo. No solo eso, sinó que todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos para él.

El sol brillaba en lo alto cuando la última lágrima fue limpiada de su rostro. Las grises nubes habían sido completamente desplazadas por el viento y no luchaban por retornar.

Leo se puso de pie y dejando atrás a la escuela, emprendió un viaje a pie por las calles de la ciudad.
A su paso, el único ruido que lograba escuchar era el de la basura atrapada por el viento.

Todo rastro de vida humana ajena a él había desparecido.
Aunque, observando bien, tampoco podía ver a ningún ave volando el cielo, a ningún gato callejero caminando y a ningún perro perdido ladrando.

"¿Qué habrá pasado?" Se preguntó mientras que recorría las calles. Ahora estaba más calmado.


Muchos negocios tenían sus puertas abiertas, invitando a pasar a los invisibles clientes, aunque no haya nadie para recibirlos.

"¿Será una broma?". Volvió a preguntarse.

Rapidamente se respondió a sí mismo con un rotundo no.

Mientras que caminaba por las desiertas calles, notó una rara sensación en el cuerpo.
Había algo que no lo hacía sentir bien y le hacía respirar con dificultad.
Por un momento, Leo se preguntó si su mala sensación sobre aire tenía algo que ver con lo sucedido.
De pronto el aire escaseaba, no podía respirar.
Su vista se nublaba poco a poco mientras que pensaba que se iba a desmayar.
En su desesperación, entró al mercado cerca de él buscando agua. Atravesó las cajas y llegó a las heladeras, aunque no logró su objetivo y desmayado, cayó.


- o -

Leo se levantó. Estaba mareado y le costaba mucho pensar.

-¿Qué pasó?- Preguntó, sin obtener respuesta.

"Es cierto". Pensó. Estaba solo. Misteriosamente se había quedado solo en este mundo y no pudo contener el grito de desesperación.

-¡AAAH!- Gritó. Gritó con todas sus fuerzas.

Unos pasos se escucharon  a lo lejos y se apresuraron hacía él.

 -Leo, ¿¡QUÉ PASA!?- Se escuchó una voz preguntar.

Una mujer estaba parada frente a él.


-¿...Claudia..?

martes, 4 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 2)

Nadie.
Nadie más que él.
Hasta donde alcanzaba la vista estaba solo.
Ningún auto circulaba por la calle. Ningún niño jugaba en el jardín de su casa. Ningún vecino cortaba el cesped.

Jack, su vecino, tampoco se encontraba presente y esto le sorprendió por sobre todo.
Jack era un jubilado, jardinero retirado y pasaba casi todo el día en su patio frontal arreglando plantas y que no esté presente, simbolizaba que algo le había pasado. No solo a él, sino también a su antes perfecto jardín.

Leo volvió a entrar a su casa. Su preocupación era evidente.
Se digirió a la sala de estar donde estaba el único teléfono inalambrico de la casa.
Lo tomó y marcó el numero del móvil su mujer. Mientras que llamaba, una voz le indicó que la bateria estaba próxima a acabarse.
Leo miró la base y parecía todo normal.

"Por ahí lo dejaron mal conectado" Pensó.

El tono de espera continuaba al teléfono y su mujer no lo respondía. Su llamada no solamente no era respondida, sino que el contestador del móvil tampoco aparecía.

Al cabo de varios intentos sin respuesta, cortó el teléfono y salió nuevamente de su casa.
Esta vez, prestó más atención al panorama.
Las nubes grises y espesas ya estaban siendo barridas por el viento y el sol brillaba cada vez más fuerte en el cielo.
Cerrando la puerta con su llave, salió y se dirigió a su coche.

Encendió el motor y se puso en marcha. Iría a la escuela a buscar a su mujer y a su hija.
Nuevamente no había nadie más que él.

-Gracias a dios que llené el tanque. Dijo, aunque en realidad no podía recordar cuando lo hizo.

La aguja del medidor de combustible marcaba que el tanque estaba lleno, aunque su camioneta lo consumía más rapido que casi cualquier otro auto.

El camino a la escuela se volvió más complicado de lo que pensaba.
Autos cochados obstaculizaban el camino y arboles caídos le impedían el paso. Esto sumado a que los semafóros dejaron de funcionar repentinamente le complicaron el viaje hacia el colegio.

Más allá de eso, la ciudad parecía intacta, cómo si hubiese sido abandonada de repente.

Al cabo de algunos minutos, estacionó el auto.
Las puertas de la escuela estaban abiertas, invitandolo a entrar.
Leo entró, aunque temeroso, y buscó a alguien que le pueda indicar donde se encontraban su mujer y su hija.

-HOLA- Gritó.
-¿HAY ALGUIEN ALLÍ? ¿ALGUIEN ME ESCUCHA?.

La única respuesta que recibió fue el eco de sus palabras resonando por todo el lugar.

Recorrió un poco el lugar, ya más nervioso que antes.
Comenzó a correr, buscando aula tras aula señales de su familia, señales de cualquier persona.

Doblando en un pasillo, encontró la oficina del rector. Estaba cerrada con llave.
Golpeó la puerta con su mano cerrada. Golpeó una, dos, tres, cuatro veces, pero nadie le respondió.
Corrió por los pasillos, el nerviosismo y la desesperación invadieron su corazón.


-ALGUIEN QUE ME RESPONDA, POR FAVOR.

Nadie.
Nadie más que él.

Una lagrima se asomó en su ojo derecho. Quería salir de allí, el aire lo agobiaba.
Aún le quedaban aulas que buscar y pasillos que recorrer, pero sentía que iba a explotar y se dirigió a la puerta principal.



Saliendo del colegio, se desplomó sobre el seco cesped y comenzó a llorar.


Finalmente se había dado cuenta de que... ESTABA SÓLO EN LA CIUDAD.

 


lunes, 3 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 1)


Leo se despertó respirando agitadamente.
Su boca aspiraba grandes cantidades de aire, como si no hubiese recibido oxígeno desde hacía mucho tiempo.
Con una mano se quitó la sábana y el cobertor, luego se sentó en la cama e intentó controlar su respiración.
Segundos después, la agitación se fue perdiendo y Leo recuperó el control de su cuerpo, sin embargo, aún seguía mareado.

Mirando a su alrededor, reconoció que se encontraba en su dormitorio, en su casa, pero había algo extraño en ella. Las paredes habían sido pintadas de rojo y alrededor suyo habían decenas de velas consumidas.
Al parecer, estas fueron encendidas hacía varias horas y nada impidió que se fueran consumiendo mientras que él dormía.

Con un fuerte bostezo se levantó de la cama y a pesar de haber dormido, se encontraba vestido con su ropa más cómoda. Se dirigió a la ventana pensando que se había quedado dormido, aunque no podía recordar nada de lo sucedido, su cabeza le dolía.
Separó las cortinas y miró al cielo. Las nubes eran grises y espesas pero se estaban dispersando y el sol se asomaba lentamente.

Se dirigió al baño, su vejiga no podía contener más orina.
Luego de tirar la cadena y de lavarse las manos, abrió la llave de la ducha.
Por alguna extraña razón que no comprendía, se sentía muy sucio, como si su cuerpo hubiese sido untado con manteca o grasa. Sin embargo, al cabo de unos segundos el caudal de agua comenzó a reducirse hasta que se detuvo por completo.


Extrañado, abrió la llave del lavatorio, obteniendo el mismo resultado.

"¿Cortaron el agua?" Pensó mientras que gritaba el nombre de su esposa para que acuda a él.

No obteniendo respuesta, volvió a gritar, esta vez desde la puerta de la habitación.
El silencio perpetuaba.
Un tercer grito sin respuesta fue motivo suficiente para que bajase las escaleras y entrase a la cocina.

Estaba vacía.

El viento soblaba, provocando un movimiento errático en las cortinas.
Leo cerró la ventana y se preguntó si su mujer estaría afuera por algún compromiso.

-ANA-. Gritó. Su hija tampoco acudió a su llamado.

"Debe de estar en el colegio". Pensó.

Sin poder preparar su café diario, por falta de agua, volvió a su habitación para cambiarse de ropa.
Seguía sintiendose sucio y al desnudarse encontró el motivo.
Su cuerpo estaba completamente cubierto por un tipo de aceite viscoso e inodoro.

Utilizando una toalla, pudo quitarse casi toda la sustancia. Luego se puso ropa nueva por encima, maldiciendo no poder bañarse.

Al mudarse de ropa, reparó nuevamente en las velas apagadas y en la pared roja.

Algo había pasado y no lograba recordarlo.


De repente se sintió agobiado. El aire dentro de la casa se volvió espeso y le costaba trabajo respirarlo.
Se estaba mareando. Necesitaba salir.

Bajó rapidamente las escaleras y se dirigió hacia la puerta principal.

Al salir, el aire estaba fresco y pudo volver a respirar con normalidad, pero al levantar la cabeza se quedó completamente sorprendido.
El paisaje era desolador...Leo estaba completamente solo.