martes, 29 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 13)

¿Había sido todo producto de su imaginación?
¿Sufría un trastorno tan grande que le ocasionaba desaparecer de la realida?
¿Había cometido todos esos delitos?
¿Su familia permanecía con vida?

Todas esas eran las preguntas que se hacía en su celda.
Sabía que sufría de distracciones, pero nunca pensó que podría haberse perdido completamente en un mundo ideado por su mente.

Mientras más pensaba lo que sucedía, más quería volver a su solitario mundo.
Por alguna extraña razón, se sentía mejor en su propia realidad que en la cruda verdad.

Claudia fue a visitar a su marido varias veces a la comisaria. Aunque Leo ya no le prestaba atención.
Sabía que todo era un sueño y que ella en realidad no estaba allí.
Claudia, por su parte, no hacía más que verlo y llorar.

Finalmente, un oficial lo arrastró fuera de la celda.

-A llegado la hora del jucio- Le dijo.

Leo, falto de fuerzas, no opuso resistencia y fue llevado fuera de la comisaría, donde un grupo grande de periodistas aguadaba impaciente.

Al abrir las puertas de la comisaria, los vió. Se avalanzaron hacia él gritando, haciendo que sea imposible distinguir sus voces y sus preguntas.
El sol brillaba en lo alto con tanta intensidad que Leo no podía permanecer con los ojos abiertos. Esto ayudó al comisario a introducirlo facilmente en la patrulla.

Todo estaba prepardo para dar comienzo al juicio, solamente faltaba su presencia.
Cuando entró, una mano a lo lejos le señaló un asiento. Leo se acercó y la estrechó. Era la mano de su abogado defensor.

Y así, el juicio comenzó.

Su mente estaba perdida. Seguía en aquel mundo y solo volvía para ver cómo subian a declarar los testigos, entre los cuales estaban su esposa, su vecino, el dueño de la heladería y un representante de la petrolera.

Finalmente fue llamada su pequeña Ana, al estrado.
Fue en ese momento que Leo levantó la vista por primera vez. Allí, sentada y asustada se encontraba su princesa, su amor, su hija. Se notaba el nerviosismo en ella mientras que la interrogaban sobre su padre.

Ese momento fue una revelación para él y su cerebro se concentró en ese momento, en esa situación, en el sufrimiento de su hija.
Por primera vez se permitió dudar de su estado mental, de la realidad y de todo lo que pensaba que había sucedido.

Fue en ese momento en el que Leo se levantó y, mirando a su hja, se declaró culpable.

Leo fue inmediatamente encerrado en la carcel del pueblo.

Si realmente estaba perdido, entonces sería una carga para su familia y eso no lo permitiría.
Amaba demasiado a su esposa y a su hija y no les permitiría que sufran por él.
Por eso fue que decidió terminar con su vida, allí, en esa fria prisión.

Su corazón ya no podía soportar el pesar que le había causado a las dos mujeres que más amaba.
Por eso, apenas fue arrojado a la celda, se dirigió a la cama y arrancó de esta, uno de los tensores de acero que sostenía al colchón.
Con el cable en sus manos, lo unió para formar una improvisada daga y allí, en ese momento y sin dudarlo, se la clavó en el cuello.

Leo cayó mientras la sangre emanaba de él. Su vista se nublaba poco a poco hasta que quedó completamente negra...

lunes, 28 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 12)

El sonido de la sirena lo había despertado.
Con pereza, abrió los ojos y delante suyo pudo visualizar unas figuras.
Esto ocasiono que se levantará de golpe del sillón. Por primera vez en varios días, veía a otras personas.

Eran 3 contornos. La brillante luz impedía ver sus rostros, aunque su cuerpo era visible.
Vestían un uniforme color azul intenso, estaba claro que eran policias.
Uno de ellos dió un paso adelante:

-¿Sr. Arcos?-. Preguntó

Leo se sobresaltó.

-¿Sr. Leo Arcos?- Volvió a preguntar el hombre.

-S...si. Soy yo- Respondió, tembloroso.

-Sr. Leo Arcos, queda usted arrestado. Tiene derecho a permanecer en silencio.

El hombre que habló, realizó una seña y los otros dos policias inmediatamente se movieron y arrestaron a Leo, quien seguía conmocionado por todo lo que estaba ocurriendo.

Lo último que alcanzó a ver, antes de ser subido al vehículo de la policia, fue a mucha gente alrededor, gritando.

-O...oigan- Dijo, pero fue callado antes de que pueda seguir hablando.

El viaje prosiguió en silencio.
Leo aún permanecía mareado por todo lo que ocurrió. No solo no estaba sólo, sino que ahora había sido arrestado y minutos después, fue arrojado a una solitaria celda.

Curiosamente, estar en la celda sólo, le hizo calmarse para pensar en lo que había ocurrido.

"¿Cómo podía estar sucediendo esto?"

Fue una de las preguntas que se hizo mientras que se daba pequeños golpes en la cabeza, como intentando destrabar algún tipo de información que su cerebro estaba bloqueando.

"Si estaba sólo en el mundo. Acabo de realizar un gran invento para autoabastecerme de combustible. ¿Cómo puede ser que nada haya pasado?".

Luego de varios minutos de debate, Leo concluyó de que todo esto se trataba de un sueño, cómo sucedió cuando se desmayó el primer día e intentó despertar, dandose fuertes golpes con su cabeza contra la pared.

Sangre comenzó a brotar de su cuero cabelludo cuando escuchó pasos acercandose rápidamente.

-¡LEO!- Gritó la voz de una mujer.

Leo reconoció instantaneamente la voz y sabía que provenía de su esposa.

-LEO- Volvió a gritar Claudia.

Leo levantó la vista y la vió. Allí, afuera de la celda, se encontraba de pie su mujer, llorando desconsoladamente.

-Leo, ¿qué has hecho? ¿qué te ha pasado?- Preguntó ella con sollozos y volvió agritar el nombre de su marido.

De forma calmada, Leo se levantó y respondió. -Tú no eres mi esposa, tú no eres más que un simple sueño del que ya voy a despertar-.

Las palabras de su esposo fueron disparos para Claudia, quien cayó al suelo, desplomada.

-Leo...mi vida...Has dejado de tomar las pastillas, ¿no es cierto?- Dijo,

"¿Las pastillas?" Pensó, intentando recordar a que pastillas se refiere.

-¿¡A que pastillas te refieres!?- Le preguntó a su mujer, quien ya no se encontraba allí.

Leo intentó aclarar su mente y despertar del sueño de una vez por todas, aunque no lo logró ya que apenas unos momentos después, dos oficiales lo levantaron, sacaron de la celda y arrastraron hacia otro cuarto.

Fue sentado en una silla en la sala de interrogatorios. Una luz amarilla muy brillante le cegaba, mientras que las esposas en sus muñecas le restingrian la movilidad de las manos.

Un hombre entró algunos segundos después. Su cara no era visible a causa de la intensa luz, pero comprendía que se trataba de un oficial de alto cargo, un investigador.

El hombre arrojó sobre la mesa un envase con pastillas.

-¿Las reconoces?- Le preguntó.

El envase le pareció muy familiar, pero no podía recordar nada más.
 
-Dejame ayudarte-Añadió el policia. -Son pastillas para la esquizofrenia.

Los ojos de Leo se abrieron cómo nunca y fue ahí, en ese momento, cuando lo recordó.

Esas pastillas se las habían recetado hace ya un año porque sufría de constantes distracciones.

-Ah...veo que ya lo recuerdas- Continuó el agente, ahora levantando la voz y hablando con un leve sarcasmo.

Leo intentó mirar al oficial, pero la brillante luz le cegaba y le hacía bajar la cara.

-Sr. Arcos- Dijo más calmado el oficial. -Usted ha sido acusado por robo, usurpación y violación a la propiedad privada y es un milagro que no haya lastimado a nadie.

-¿Pe...pero cómo?- Fue lo único que le salió de la boca. El estres le impedía pensar.

-Sr Arcos. Usted ha realizado varios crímenes por los que será sometido a juicio dentro de 7 días. Entre los delitos más graves se encuentran el robo de un camión de combustible y usurpar y violar las propiedades de la heladería "Vía Gelato", ubicada frente a su domicilio y llenar el lugar con combustible altamente inflamable.

-Pero, espere, déjeme hablar- Respondió Leo, ahora un poco más lucido. -Yo estaba sólo en el mundo y necesitaba electricidad. Por eso me llevé el camión. Necesitaba los congeladores de la heladería para poder conservar los alimentos que encontré. Debe creerme, estuve muchos días sólo. Fui a la iglesia y había ropa por doquier...-

Leo se calló. A medida que continuaba su historia, podía darse cuenta de lo absurdo que se oía.

Finalmente, luego de un breve silencio, volvió a hablar.

-Lléveme a la celda, por favor.-

El oficial obedeció con gusto y cumplió con el pedido.

Leo necesitaba pensar.





 







martes, 22 de septiembre de 2015

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Cuento: El fin (parte 11)

El siguiente día fue muy caluroso y por más que trabajó en la sombra, Leo debió consumir varias botellas de bebidas para mantenerse hidratado.

Lejos de ser perfecto, estaba muy orgulloso de su trabajo y al mirarlo, no podía hacer otra cosa más que reir.
Si, le llevó gran parte del día terminarlo, pero por otro lado, no tenía otra cosa que hacer.

Finalmente, estaba completo y amurado a la pared, se encontraba el gran tanque almacenador.
Según los cálculos, con este gran tanque, podían estar abastecidos los generadores de eléctricidad durante casi 2 semanas.

Cabe destacar que leo fue muy ingenioso con su ídea.
El tanque se encontraba en amurado a un rincón de la heladería, en uno de los extremos superiores.
De este, nacían 3 mangueras las cuales iban en diagonal hacia abajo hasta el otro extremo de estas, los cuales estaban poseían una tapa que al abrirla permitían que el combustible caiga a un gran embudo.
Estos embudos estaban adheridos a otra manguera, cuyo otro extremo desembocaba en la entrada del combustible de cada uno de los generadores.

En total habían 3 mangueras que salían del tanque principal y otras 3 mangueras con embudos que atrapaban el combustible para luego desembocarlo en los generadores.

De esta forma, pensó, que al estar separados por distancia y por aire, si se produjese un incendio, tendría un poco de tiempo para reaccionar y apagarlo.
Para esto, dispuso de varios extintores y bolsas de arena en las cercanías.
Los extintores los retiró de los autos. Tenía la posibilidad de colocar lo más grandes que venden en las tiendas, pero no estaba seguro de que funcionasen contra el fuego causado por combustible. Fue por eso que, jugando a la segura, reunió casi 20 pequeños extintores que se encontraban en los autos de alrededor.

Aunque, su gran hazaña fue la de automatizar el sistema.
Leo no quería tener que ir constantemente a recarar los tanques, por lo que buscó algún método para que se abran solos cada cierto tiempo.

Para eso, decidió ir a la tienda de electrónica y buscó algún sistema parecido al que usan en los campos para el riego.
Aprendió mucho del campo gracias a su esposa, ya que su padre poseía un campo con una huerta importante, aunque Leo nunca le prestó demasiada atención, ni le interesaba aprender de ese tema.
Sin embargo, ahora, lo poco que recordaba, le ayudó a tener una ídea para su soberanía energética.

Lamentablemente en la tienda de electrónica no encontró lo que buscaba, por lo que decidió volver al "X-Treme Mall".
Dentro de ella, fue directo a la sección de jardinería.
Para su mala suerte, los sistemas de riego que encontró eran por goteo y no le servían.

Frustrado por eso, decidió aprovechar su visita y recoger algunas bebidas.
En el camino pasó por varios sectores, entre los cuales se encontraban los juegos para niños.
El fin del día se aproximaba, pero ya no le importó y decidió distraer su cabeza mirando los juegos disponibles.
Las góndolas eran interminables, colmadas de todo tipo de juegos.
Finalmente llegó al último pasillo, donde se encontraban los juegos electrónicos. Mucho no le interesaban, ya que consumían eléctricidad y apuró el paso hasta el final del corredor donde se encontraban las bebidas restantes, pero antes de llegar, algo detuvo la marcha del carro de compras. Una remera y un pantalón se metieron dentro de una de las ruedas e impidieron su avance.
Luego de retirarlas, notó que debajo de estas había una caja con uno de los juegos del sector.

La levantó y por un momento pensó en aquella persona que estaba eligiendo aquel juego cuando pasó lo que pasó.
Tómo la caja en sus manos y se dispuso a acomodarla junto al resto de las suyas, aunque antes de eso la vió y no podía creer lo que tenía en sus manos.

El juguete consistía en nada más ni nada menos que un mecanismo de apertura de una tapa redonda.
Aunque en realidad era un accesorio de otro juego más complejo, era perfecto para lo que necesitaba....era realmente perfecto. Lo abrió y leyó las instrucciones.

El accesorio era de muy facil uso. Un aro de metal conectado a un pantalla digital mediante unos cables. Mediante la pantalla digital se ponia cada cuanto tiempo se abria y cerraba el aro, así de sencillo era.
El dispositivo funcionaba con baterias y con transformador, por lo que podía conectarse directamente al propio generador.

Era realmente un milagro...tomó varios de esos dispositivos, algunas bebidas y volvió a la heladería.
Quería colocar el mecanismo antes de irse a dormir, aunque lo logró con tiempo de sobra.

Leo miraba su creación y sonreía.
Nunca pensó que sería tan bueno para esto.
Ahora sabía que por fin, podía dedicarse a otros temas.


Volvió al sillón de su casa y se acostó. Demoró un poco en quedarse dormido debido a que aún la emoción de su obra permanecía activa.






martes, 15 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 10)

Deteniendose a un costado de la carretera, bajó del enorme camión y volvió a reir.
No podía creer su buena suerte dentro de esta infame realidad.
Ahora tendría combustible suficiente para sus generadores por un largo tiempo.

Condujo hasta la entrada de su casa y allí se detuvo. Luego apagó el motor y descendió del camión.
Se quedó pensando.

-¿Cómo hago?- Pensó en voz alta.

Tenía un enorme camión y unos pequeños generadores y se preguntaba y debatía cómo hacer para automatizar el sistema y no preocuparse porque se corte el flujo de eléctricidad.

Algunos minutos después, ya tenía varios métodos aunque ninguno le convencía, pero, proceso de eliminación mediante, eligió uno, mientras que rellenaba los generadores,

Aunque no estaba convencido del todo, decidió aplicar ese método hasta que se le ocurra algo mejor.

El método consistia en rellenar constantemente los generadores mediante la gravedad.
Para esto, debía fabricar un tanque con las mayores dimensiones posibles y colocarlo por encima de generadores. Luego, pequeños tubos que nacen en la base del tanque terminaban dentro del tanque de carga del generador, abástesiendolos continuamente de combustible.

Este plan tenía muchas fallas. La primera es que el tanque de los generadores debe cerrarse bien luego de recargarlo y con este sistema, estaría abierto.
La segunda es que los tanques podían ser rellenados de manera excesiva y terminen desbordando, consumiendo innecesariamenete más cantitad de combustible de la requerida.
Finalmente, y la más importante, es que, al estar conectados, si alguno de los generadores desprendía una chispa, está podría prender fuego a toda su reserva de combustible casi instantaneamente y si esto sucede, también sufriría las consecuencias toda la comida que logró reunir.


A pesar de todo esto, pasó todo el día dedicado a construir el tanque.
Para esto, recorrió por fuera, varias casas del pueblo, buscando el tanque que mejor se adecúe a sus necesidades. Utilizaría para su ídea, el tanque de reserva de agua de algúna casa pequeña.
Cómo la mayoría de las casas de su ciudad eran de tamaño similar, la búsqueda le llevó un rato hasta que finalmente encontró un tanque perfecto para el tamaño que disponía.

Pero lo dificil fue sacarlo. Esta era una ardua y pesada tarea que le consumió gran parte del sol restante.
Para esto, debió armarse con martillos, sierras y otras herramientas y destruir parte del techo.
Esa fue la tarea más sencilla, pero la más extenuante fue cortar la cañeria de cobre que salía del tanque.

Finalmente decidió cortar el tanque y se lo llevó rodando hasta la heladería.
El sol ya había bajado cuando llegó, por lo que encendió unas luces y se dispuso a comer.

Por último se acostó en el sillón de su casa para dar por finalizado el día y descansar. Una larga mañana de trabajo le esperaba.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Cuento El fin (parte 9)

Levantandose del sillón, salió de su casa y se dirigió a la de su vecino para asearse.
Quedaba poca agua en el tanque, pero fue suficiente para higienizarse.

Luego retornó a su casa y entró en la cocina. Abrió la alacena y retiró de ella una lata de café.
A pesar de no estar caliente, lo tomó y con eso, se despertó del todo.

Había descansado bastante bien.
Luego de un último bostezo, decidió ir a ver su logro del día pasado. Entró en la antigua heladería y allí los vió, su obra de arte. Congeladores conectados a generadores eléctricos y dentro de los primeros, lo más importante, comida.

Una sonrisa apareció en su rostro, pero fue rápidamente borrada del mismo. Algo no estaba bien.
Los generadores, que eran muy ruidosos, no estaban emitiendo ruido.

-¡OH NO! - Gritó mientras que los revisaba.

El combustible en ellos se había agotado.
Sin embargo, y para su tranquilidad, al abrir los congeladores, un aire gélido salió de dentro, simbolizando que se habían detenido hace poco.
Debía conseguir más combustible para rellenar los generadores y esta sería su primer tarea del día.

Salió del local y se digirió a su camioneta.
Destinó un par de horas en recorrer las estaciones de servicio del pueblo, aunque con poco resultados.

Sabía que podía quitarle el combustible a otros autos mediante succión, cómo lo había visto en las películas, pero no obtuvo exíto. Lo intentó varias veces y no lo logró. Algo debía de estar haciendo mal.

También sabía que podía excavar hasta llegar al subsuelo de las estaciones, donde se encontraban los tanques de almacenaje, pero para eso necesitaba muchas herramientas y tiempo y este último apremiaba.

Finalmente decidió alejarse del pueblo para conseguir combustible y fue en ese momento que un miedo invadió su mente.

¿Cómo sabría si lo que le pasó a su ciudad había sucedido en el resto del mundo? ¿Qué le esperaría afuera? ¿Cómo explicaría que él es el único sobreviviente?

Pero, a pesar de tener estas dudas, no le quedó otra opción y el tiempo le apremiaba.

Buscó entre los autos, alguno con el motor apagado y con el tanque por lo menos a un 50% de su capacidad. Con menos de eso, temía no poder regresar.

Varios de los vehiculos que estaban con sus llaves, en las calles, habían agotado su reserva de combustible. Otros, no tenian mucho, tal vez, suficientes para traasladarse por la ciudad.
A estos autos le colocó un cartel en sus vidrios delanteros y en estos carteles escribió un porcentaje, simbolizando la cantidad de combustible disponible.

Finalmente encontró un auto con el tanque casi por completo. Era un pequeño auto color rojo, que debía tener por lo menos 10 años de antigüedad. Curiosamente, dentro de este, no había ropa que sacar.

"Una buena señal" Pensó y emprendió rumbo.

Conduciría unas pocas decenas de kilometros hasta la ciudad vecina, pero antes, se detendría en la estación de servicio que estaba a mitad de camino.

El camino fue lento y manejaba con cuidado. Habían muchos obstáculos, muchos autos detenido en el medio de la ruta y debían ser esquivados con cautela.

Finalmente, luego de casi media hora al volante, pudo vislumbrar la estación de servicio.
Esta no era cómo la de su pueblo, sino que era por lo menos, unas diez veces mayor.

Estacionó lo más cerca que pudo de los surtidores, cargando en sus manos tantos tanques vacios como pudo, pero lo que vió al levantar la vista hizo que se le calleran de las manos, provocando un gran estruendo.

Allí, frente a él, estaba detenido un camión transportador de combustible.

Leo lo miró fijamente y, por primera vez desde que ocurrió esto, rió. Rió con ganas.

Y con la risa perpetuando en el silencio del mundo, condujo el camión colmado de combustible de regreso a su casa.




sábado, 5 de septiembre de 2015

Sueños XIX: Pesadilla


Increiblemente habíamos rentado esta casa de ensueño por muy poca plata.

El lugar estaba dividido en dos partes. Una de ellas estaba compuesta por el sector de cocina, 2 baños y 4 dormitorios. La otra consistia en una sala de estar y 3 dormitorios más. Pero lo más maravilloso de todo era que ambas partes estaban unidad por un jardín interno y en el medio de este, se encontraba una pequeña cascada que depositaba sus aguas en un pequeño laguito que se podía atravesar gracias a un tronco que se encontraba puesto.

Que maravillosa casa y, a pesar de que la alquilamos solo para vacacionar por un fin de semana, presentimos que la ibamos a disfrutar bastante.

Después de charlas y risas bajo la cascada, decidimos que era tiempo de ir a dormir y cada uno se fue a la habitación que le tocó según el sorteo realizado minutos antes.


Mi familia es bastante numerosa y por supuesto que no ibamos a entrar en todas las habitaciones, por lo que me tocó dormir, sólo, en la sala de estar.
Al entrar en ella, un dolor muy molesto apareció en mi cabeza, cómo si alguien me la estuviese apretando con todas sus fuerzas.
Decidí, entonces, buscar algún medicamento que me aliviane, pero no fue necesario, ya que al salir el dolor se fue como por arte de magia.

Volví a entrar a la sala y el dolor comenzó de nuevo, aunque ahora más fuerte.
Hice una vez más la prueba y entonces comprendí que algo no estaba bien.

Pocos segundos duró mi incertidumbre, cuando al otro lado de la habitación aparecieron repentinamente y frente a mis ojos, dos niñas, una un poco más alta que la otra.
Estás eran rubias, con el flequillo que les tapaba la frente y con dos trenzas que les caían a cada lado de la cabeza.
Estaban vestidas con un uniforme escolar, color gris.

Entré en pánico.

Salí corriendo a la habitación de al lado que por suerte no tenía cortinas. Mi tía y mi prima estaban mirando la televisión en el sillon que había allí.
Sin poder hablar, tensionado por el miedo, golpeé el vidrio y con señales de mis manosl pedí que me ayuden.
Mi prima se levantó y, sin que pueda explicarle con palabras, la arrastré a la sala de estar donde las dos niñas estaban acercandose a nosotros.

Ambos nos quedamos paralizados, ella más cerca de la puerta y yo a unos pasos más cerca de quienes quieran que fueran esas aparentes niñas.


Se acercaron a mí.
Pude notar que no estaban caminando y se movían estando estáticas, estando rígidas.
Se acercaron más, tanto que las tuve a escasos pasos de distancia.
Quise escapar, pero el miedo me paralizaba y mis piernas no se movían.
Les grité: "MUEVANSE, MALDITAS", pero no me hicieron caso.
La niña más pequeña detuvo su marcha, pero la grande continuó acercandose a mí. Se acercaba lentamente, cómo su estuviese flotando y esperando a que el viento la empuje.






Mi prima estaba al lado mío, pero no podía hacer nada. El miedo también la había dejado paralizada.

La niña mayor ya estaba pegada a mí y había levantado su cabeza que hasta ese momento estaba cabizbaja.
Con unos ojos completamente negros, clavó su mirada en mí mientras que mi dolor de cabeza se agudizaba.

Me miró por unos segundos más, aunque a mí me parecían largas e interminables horas y luego abrió la boca. Pero no era una boca cualquiera, sus labios se separaron bastante, cual "Depredador" y comenzó a emitir un fuerte sonido que incrementó aún más, mi ya intolerable dolor de cabeza.
El ruido era tan fuerte que sentía que mi cabeza iba a explotar y se iba incrementando hasta el punto maxímo en el que la niña logró introducirse en mi ya vulnerable cuerpo.

Mi dolor se calmó, pero mi mente no y me obligó a despertarme.





Un sueño para olvidar...

martes, 1 de septiembre de 2015

Segundo libro

¡Ya está a la venta el segundo libro de estas locas y "reflexibas" historias!

http://www.elaleph.com/libro/Relatos-de-humor-pensante-un-nuevo-amanecer-de-Leandro-Rubacha/720352/

Con edición hecha y algunas correcciones.