lunes, 28 de septiembre de 2015

Cuento: El fin (parte 12)

El sonido de la sirena lo había despertado.
Con pereza, abrió los ojos y delante suyo pudo visualizar unas figuras.
Esto ocasiono que se levantará de golpe del sillón. Por primera vez en varios días, veía a otras personas.

Eran 3 contornos. La brillante luz impedía ver sus rostros, aunque su cuerpo era visible.
Vestían un uniforme color azul intenso, estaba claro que eran policias.
Uno de ellos dió un paso adelante:

-¿Sr. Arcos?-. Preguntó

Leo se sobresaltó.

-¿Sr. Leo Arcos?- Volvió a preguntar el hombre.

-S...si. Soy yo- Respondió, tembloroso.

-Sr. Leo Arcos, queda usted arrestado. Tiene derecho a permanecer en silencio.

El hombre que habló, realizó una seña y los otros dos policias inmediatamente se movieron y arrestaron a Leo, quien seguía conmocionado por todo lo que estaba ocurriendo.

Lo último que alcanzó a ver, antes de ser subido al vehículo de la policia, fue a mucha gente alrededor, gritando.

-O...oigan- Dijo, pero fue callado antes de que pueda seguir hablando.

El viaje prosiguió en silencio.
Leo aún permanecía mareado por todo lo que ocurrió. No solo no estaba sólo, sino que ahora había sido arrestado y minutos después, fue arrojado a una solitaria celda.

Curiosamente, estar en la celda sólo, le hizo calmarse para pensar en lo que había ocurrido.

"¿Cómo podía estar sucediendo esto?"

Fue una de las preguntas que se hizo mientras que se daba pequeños golpes en la cabeza, como intentando destrabar algún tipo de información que su cerebro estaba bloqueando.

"Si estaba sólo en el mundo. Acabo de realizar un gran invento para autoabastecerme de combustible. ¿Cómo puede ser que nada haya pasado?".

Luego de varios minutos de debate, Leo concluyó de que todo esto se trataba de un sueño, cómo sucedió cuando se desmayó el primer día e intentó despertar, dandose fuertes golpes con su cabeza contra la pared.

Sangre comenzó a brotar de su cuero cabelludo cuando escuchó pasos acercandose rápidamente.

-¡LEO!- Gritó la voz de una mujer.

Leo reconoció instantaneamente la voz y sabía que provenía de su esposa.

-LEO- Volvió a gritar Claudia.

Leo levantó la vista y la vió. Allí, afuera de la celda, se encontraba de pie su mujer, llorando desconsoladamente.

-Leo, ¿qué has hecho? ¿qué te ha pasado?- Preguntó ella con sollozos y volvió agritar el nombre de su marido.

De forma calmada, Leo se levantó y respondió. -Tú no eres mi esposa, tú no eres más que un simple sueño del que ya voy a despertar-.

Las palabras de su esposo fueron disparos para Claudia, quien cayó al suelo, desplomada.

-Leo...mi vida...Has dejado de tomar las pastillas, ¿no es cierto?- Dijo,

"¿Las pastillas?" Pensó, intentando recordar a que pastillas se refiere.

-¿¡A que pastillas te refieres!?- Le preguntó a su mujer, quien ya no se encontraba allí.

Leo intentó aclarar su mente y despertar del sueño de una vez por todas, aunque no lo logró ya que apenas unos momentos después, dos oficiales lo levantaron, sacaron de la celda y arrastraron hacia otro cuarto.

Fue sentado en una silla en la sala de interrogatorios. Una luz amarilla muy brillante le cegaba, mientras que las esposas en sus muñecas le restingrian la movilidad de las manos.

Un hombre entró algunos segundos después. Su cara no era visible a causa de la intensa luz, pero comprendía que se trataba de un oficial de alto cargo, un investigador.

El hombre arrojó sobre la mesa un envase con pastillas.

-¿Las reconoces?- Le preguntó.

El envase le pareció muy familiar, pero no podía recordar nada más.
 
-Dejame ayudarte-Añadió el policia. -Son pastillas para la esquizofrenia.

Los ojos de Leo se abrieron cómo nunca y fue ahí, en ese momento, cuando lo recordó.

Esas pastillas se las habían recetado hace ya un año porque sufría de constantes distracciones.

-Ah...veo que ya lo recuerdas- Continuó el agente, ahora levantando la voz y hablando con un leve sarcasmo.

Leo intentó mirar al oficial, pero la brillante luz le cegaba y le hacía bajar la cara.

-Sr. Arcos- Dijo más calmado el oficial. -Usted ha sido acusado por robo, usurpación y violación a la propiedad privada y es un milagro que no haya lastimado a nadie.

-¿Pe...pero cómo?- Fue lo único que le salió de la boca. El estres le impedía pensar.

-Sr Arcos. Usted ha realizado varios crímenes por los que será sometido a juicio dentro de 7 días. Entre los delitos más graves se encuentran el robo de un camión de combustible y usurpar y violar las propiedades de la heladería "Vía Gelato", ubicada frente a su domicilio y llenar el lugar con combustible altamente inflamable.

-Pero, espere, déjeme hablar- Respondió Leo, ahora un poco más lucido. -Yo estaba sólo en el mundo y necesitaba electricidad. Por eso me llevé el camión. Necesitaba los congeladores de la heladería para poder conservar los alimentos que encontré. Debe creerme, estuve muchos días sólo. Fui a la iglesia y había ropa por doquier...-

Leo se calló. A medida que continuaba su historia, podía darse cuenta de lo absurdo que se oía.

Finalmente, luego de un breve silencio, volvió a hablar.

-Lléveme a la celda, por favor.-

El oficial obedeció con gusto y cumplió con el pedido.

Leo necesitaba pensar.





 







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