jueves, 6 de agosto de 2015

Cuento: El fín (parte 4)

Una mujer estaba parado frente a él. No, no era solamente una mujer.
La que de pie se encontraba era nada menos que la mujer con la que había compartido su vida durante los últimos 15 años, Claudia, su esposa.

-¿Has tenido una pesadilla?- Le preguntó.

-¿Cómo que una pesadilla?- Respondió. - ¿Dónde has estado?


Su mujer estaba parada frente a él, mirandolo fijamente. Su cara denotaba preocupación.

-¿Qué clase de pregunta es esa?- Le replicó. -Estaba en el patio trasero colgando la ropa.

-¿En el patio trasero?

-Así es. Ahora, me puedes decir ¿qué diablos te sucede?

En ese momento repensó donde estuvo todo el día y reparó que nunca fue al patio trasero de su propia casa.

-Pero...¿Cómo me has encontrado? ¿Cómo sabías donde estaba?- Le preguntó a su esposa.
-¿Encontrarte? ¿Es acaso un chiste?.

La voz de Claudia se volvió más seria.

-Leo, amor, ¿te encuentras bien?-

Leo se miró. Llevaba puesta su ropa de dormir y con un brusco movimiento de su cuello, miró el panorama a su alrededor. La conclusión fue evidente, se encontraba en su propia casa.

-Pero...- dijo con voz nerviosa. -Todos habían desaparecido. Me desperté con velas alrededor y no había nadie en la ciudad. Fui a buscar a Ana a la escuela...

Él mismo se interrumpió.
Al relatar lo que había vivido se dió cuenta de lo disparatado que sonaba.

"¿Lo había soñado todo?". Pensó mientras que una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Con mucho animó, se desplomó en la cama.


-¿Al colegio por Ana? Pero si hoy es Domingo, Leo.
-¿Quieres decir que ella está...?
-Así es, ella está abajo, en la sala, jugando.

Leo se levantó de la cama y gritó llamando a su hija.

-ANA- Gritó.

Su llamado no fue respondido entonces salió del cuarto y volvió a gritar.

-ANA.

Una lejana voz acudió en respuesta.

-Estoy aquí- La voz de Ana parecía perderse en el aire.

Con una gran sonrisa y desesperado por abrazar a su hija, Leo se paresuro para bajar.

-TEN CUIDADO- Le gritó Claudia - Acabo de limpiar la escalera y puede que siga mojada.

Las palabras de su esposa produjeron un efecto de distracción en él y sin poder evitarlo, Leo resbaló y se golpeó la cabeza contra el suelo, desmayandose.


- o -

Una botella de agua yacía a su lado.
Se había caido al abrirse la heladera antes de desmayarse.
La botella, rodando, fue a parar a su cabeza, provocando en ella un gran dolor.

 Poco a poco se fue reincorporando para ver que su pesdilla continuaba siendo realidad...

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