martes, 25 de agosto de 2015

Cuento: El fin (parte 7)

Cuando levantó del suelo la remera, un recuerdo se le vino a la mente.

"Sentados en el banco de un parque de diversiones, Leo descansaba. Había sido un largo y agotador día para él. Ana lo había estado llevando de un lugar al otro del parque. Para ella, esto era un sueño y no quería que se termine, aunque los pies de su padre opinaban lo contrario.

-Ven papi, vamos a la tienda- Le decía Ana, sentada impaciente en el banco.
- En dos minutos mi amor- Le respondió. - Mis pies me piden un descanso.
-Dale, papi, vamos ahora- Le retrucó su hija, tomandolo de la mano para que se levante del banco.

Perdida la batalla, Leo se levantó y ambos fueron al único lugar que les faltaba conocer, la tienda.
Con dos pisos de productos, la tienda era un lugar muy grande.

Ana se soltó de la mano de su padre y se apresuró a entrar y mirar todas las cosas que el lugar ofrecía.
Hija rapido, padre lento, ambos recorrieron la tienda a su modo y se reencontraron unos pocos minutos después. Su hija había recolectado tres productos, mientras que el mayor solamente uno, una taza negra que cuando se llena de algún liquido caliente, un corazón aparece en el medio de ella.
La taza se la regalaría a su esposa. Claudia no había podido asistir por imprevistos en su trabajo.
Ana, por su parte, cargaba un vaso de plástico, una caja de lapices de colores y una remera un tanto parciular.

-¿Esa remera te gusta, hija?- Preguntó su padre tomando el producto y extendiéndolo.

Muchos colores, por lo menos 20, conformaban el arte en ella. De por sí, era demasiado llamativa.

-Si.- Fue la respuesta de su hija mientras que se dirigían a las cajas..."

Ahora tenía esa extraña e inconfundible remera en sus manos. Prueba fehaciente de que su pequeña había estado allí hace no mucho.

Con un gran esfuerzo mental, abondonó el lugar, con la prenda en sus manos.
Sabía que tenía una tarea mas importante que hacer y debía cumplirla y cuando lo haya hecho, volvería para buscar pistas de lo sucedido.

Se dirigió a su camioneta y vió la poca comida que había logrado reunir. Su principal objetivo en ese momento era lograr su supervivencia.

Su plan consistia en reunir la mayor cantidad de alimentos y almacenarlos en un lugar cómodo.
Subió a su camioneta y se dirigió al siguiente mercado. Primero iria a los pequeños comercios para luego al gran supermercado de la ciudad.

Recorrió 5 almacenes en total hasta que logró llenar la camioneta. No era mucha comida, pero debía depositarla en un lugar seguro.
Decidió que ese lugar fuera su propia casa, después de todo, ¿qué otro lugar era más cómodo para él?.

Una vez llegado, descargó todos los productos y los fue depositando en las alacenas de la cocina, las cuales estaban extrañamente vacías, aunque a Leo ya nada le parecía raro.

Ya tenia varis alimentos, la mayoría frituras y enlatados, para sobrevivir un tiempo, aunque sabía que necesitaba carne en su dieta.

-Si consigo carne, debe aún permanecer refrigerada, de lo contrario ya estará podrida- Dijo en voz alta, hablandole al aire.

Y estaba en lo cierto. Al cortarse la luz hace ya un rato, sabía que no tenía mucho tiempo hasta que la carne congelada, si encontraba, se eche a perder.

No poseía el trabajo mejor pago, pero Leo no era nada tonto y conocía muy bien el método para conservar los alimentos. Debía conseguir generadores eléctricos.

Estos generadores funcionan a base de combustible y eran usados en el pueblo en los momentos en que se iba la luz y lamentablemente eso, en su pueblo, era constante.
Por eso se dirigió a la ferreteria más grande y allí encontró unos 8 generadores los cuales trasladó hasta la heladería frente a su casa.
Decidió instalar los generadores allí ya que sabía que la instalación eléctrica era resistente y además quería utilizar los congeladores del helado para guardar todos los productos que pueda conseguir.

El sol estaba cayendo y la oscuridad comenzó a reinar. Había pasado todo el día corriendo y ahora, por más que no quisiera, debía descansar.

Esta sería la primera noche que pasaría sólo y la sangre fria permaneció con él hasta que concilió el sueño.



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