martes, 28 de julio de 2015

Cuento: Los ojos

Una vez más, sentía que lo miraban.
A pesar de no haber hecho nada malo, tenía esa sensación.

Vaya a donde vaya, le pasaba lo mismo, ojos atentos a él, mirandolo fijamente hasta que estuviera fuera su alcance.

Marco se sentía acongojado, a pesar de ya haber pasado por esto anteriormente.
En realidad, desde hace casi 10 años, desde el día en que su cuerpo cambió a los 18 años.

Poco después de cumplir la mayoría de edad, Marco comenzó a sentir fuertes dolores en su cabeza, más precisamente, en sus ojos.
El dolor de cabeza no era algo inusual en él y muchas veces le dolía por cansancio en la vista, por el uso prolongado de los anteojos y de la computadora.
Por lo genenral, esto lo solucionaba facilmente. Descansar la vista unos minutos o refregarse los ojos con agua fría bastataba para calmarlo.
Habían ocaciones en que el dolor era más agudo y las soluciones anteriores no bastaban. Para esos momentos Marco tenía unas gotas especiales recetadas por su ocúlista que afirmaban que eran casí "milagrosas".
Pero, para su desgracia, no siempre eran efectivas y para esos momentos utilizaba su último recurso, el ibuprofeno.
La combinación de las gotas y del medicamento era infalible. 

Sin embargo, estos eran nuevos dolores, más agudos que los anteriores.
Sus ojos se cansaban con facilidad, su vista se nublaba y ni sus remedios le podían ayudar.

Al paso de unos días, Marco le contó a sus padres lo que le estaba sintiendo y estos, levemente preocupados, lo llevaron a su oculista.

En un primer exámen, el médico no pudo ver nada raro en su paciente. No obstante, lo derivó a otro colega, un especialista en el análisis interno de los ojos.
Ya en su consultorio, el médico le colocó unas gotas a Marco, que se mantenía firme ante el exámen cual soldado frente a su comandante.

-Estás gotas te van a teñir las lagrimas de amarillo...- Dijo.

Marco se mantenía inmovil mientras que el doctor hablaba.

-...pero no te preocupes, es normal. Son gotas especiales para que yo pueda exáminarte tus ojos, que por cierto, son muy lindos. Es más, a Cintia la has cautivado un poco.

Marco se ruborizó. Cintia era la asistente del médico, una hermosa joven de 25 años estudiante de psicología.
A pesar de no ser el chico más atractivo, los ojos de Marco resaltaban. Eran de un color azul intenso, un color dificil de encontrar.

El exámen duró escasos minutos y Marco debió esperar en recepción mientras que los padres hablaban con el doctor.

-Bueno...- dijo el médico, sosteniendo una hoja de papel con sus anotaciones. - Creo que hemos descubierto la causa de los dolores de cabeza de su hijo.

-¿Está bien él, doctor?- Preguntó la madre.

-Lo va a estar- Respondió y añadió - El exámen reveló mucha presión en los ojos de Marco. Esta presión se está haciendo cada vez mayor hasta que llegue el momento en que sus ojos no lo aguantarán más y perderá la vista.

La preocupacion de los padres se hizo evidente.

-Quedense tranquilos- Los calmó. - Deberemos someterlo a una pequeña intervención para alivianar la presión y de paso, mejorarle la vista. Es probable que el uso de anteojos esté relacionado a este problema.

Sin tener más opción y sin tiempo de cosultar con otro especialista, Marco fue programado para cirugía.
Dentro de pocos días se le haría la intervención.
Esta, según les explicó el médico, consistia en localizar los focos de presión y liberarlos. Luego de eso venía la parte más preocupante para los padres, ya que al liberar los fotos, los residuos que quedaron atrapados desde hacía años afectarán a su hijo y le provocará mucho dolor. Por tal motivo, lo pondrían en un coma inducido por unos días, para que no sufra.
Aunque le aseguraban que todo estaría bien, los padres de Marco no podían evitar sentirse angustiados.

La operación se llevó a cabo un Viernes por la mañana. Marco ingresó temprano a su habitación, donde le fue inyectado un tinte especial.

-Con este tinte, tu cuerpo va a brillar como una lamparita y con eso los médicos podrán descubrir donde está el problema para que se te vayan los dolores.

Las palabras de la enfermera calmaron al paciente, quien se sentía emocionado por tener un cuerpo que brille.

Llegado el mediodía, el tinte estaba haciendo efecto y fue el momento en que Marco fue sedado y llevado al quirófano.

La operación duró 30 minutos y al cabo de una hora fue devuelto a su habitación, donde esperaban sus padres. El cirujano llegó con el paciente para hablarle a los padres.

-Bueno.- Comenzó. -La operación salió bien. No hubo problemas y desbloqueamos los focos obstruidos, los cuales fueron menores a los que esperabamos. Confiamos en que mañana lo despertaremos y veremos los resultados. Confiamos en que podrá recuperar la vista.

Los padres se abrazaron y despidieron al doctor con palabras de agradecimiento.

Al cabo de poco más de un día, Marco fue despertado de su sueño y luego de varios intentos para abrir sus ojos, se sorprendió que podía ver tan bien sin usar sus anteojos.
Sin embargo, sus padres, lejos de estar alegres, estaban preocupados.

Los ojos de su hijo brillaban, literalmente brillaban con un tono azulado como el de sus ojos.
No obstante, Marco no sentía nada de esto. Él estaba contento con poder ver tan bien y con no sufrir más los dolores de cabeza.

Después de los analisis, la conclusión del médico fue que, al cerrarse ciertos conductos, el tinte quedó atrapado, lo que ocaciona que sus ojos resalten tanto.

-Esto no le puede traer ninguna consecuencia física a su hijo ni lo afectará en nada y a menos que quiera que lo operemos nuevamente, no vale la pena hacer nada. Por el contrario, esto podría significarle un gran beneficio anímico.
Marco salió del hospital con unos nuevos y mejorados -y brillantes- ojos.

Ahora, luego de casi 10 años, aún seguía sintiendose avergonzado cuando le miraban.
Muchas veces usaba lentes oscuros para pasar desapercibido.
Aunque, es conveniente decir, que su situación la aprovechaba en muchas circunstancias.
A veces se sacaba los anteojos frente a una mujer, simplemente para conquistarla con sus ojos.
También aprovechaba su "regalo" para conseguir trabajos en publicidad muy bien rentados.

Con el tiempo, Marco se había convertido en un hombre muy atractivo, eso sin contar sus brillantes joyas.
Gracias a esto, llevaba una buena vida con trabajos cortos, pero muy bien remunerados.

Tenía el mundo a sus pies y podía conseguir todo lo que quisiese, salvo una cosa, a una verdadera pareja que no se rinda ante su visual.

Caminando un día, con sus lentes oscuros, la vió. También llevaba puestas gafas de sol y con su mano derecho agarraba la correa de un muy lindo perro.

Era su oportunidad y no la desaprovecharía.

lunes, 20 de julio de 2015

Sueños XVII: El espectador

Siendo un espectador de lo ocurrido, puedo relatar las acciones de lo sucedido con este sujeto.

Era de noche y él caminaba tranquilamente por las calles de la ciudad.
Parecia que nada lo perturbaba, ni las personas, ni los autos, nada. Es más, parecía que era invisible para el resto del mundo.

Aunque en este caso era literal y gracias a un dispositivo que llevaba en la mano izquierda, él era realmente invisible.

Este era un aparato metálico redondo, de unos 10 centímetros de diametro y con una luz roja en el centro.
Gracias a esto, él se volvía completamente invisible para los demás y así había vivido durante muchos años.

Su modo de vida era bastante reprochable y siempre tomaba ventaja de esta situación.
Los alimentos, la comidas y la bebidas, las tomaba del lugar que deseaba, al igual que con el dinero que quería, además de espiar a las mujeres que le parecían atractivas.
Con el paso del tiempo se había vuelto muy habilidoso para estas cosas.

Era de noche y él estaba cocinando, había preparado los ingredientes para hacer una salsa para las pastas, pero al darse cuenta de que no tenía más harina, decidió ir a buscarla.

El supermercado a donde iba a "comprar" otrora había sido un hotel de lujo.
Su entrada en forma de puerta giratoria había sido bien bienvenida cuando el hotel funcionaba.

Al pasar por la puerta, se dirigió hacia las estanterías repletas de productos sin darse cuenta de que la policia se encontraba en el lugar.

Ellos querían capturarlo y para eso habían dispuesto varias camaras que captaban el calor y habían esparcido por casi todo el suelo un producto muy resbaloso.

Sin embargo, estas trampas eran los métodos comunes que utilizaba la policia para intentar atraparlo, siempre sin éxito.

Con una gran habilidad, logró subirse a las gondolas y caminó sobre ellas buscando la tan necesitada harina.
Al encontrarla, estiró el brazo para tomarla pero esta se encontraba demasiado lejos para su alcance y no le quedo otra opción mas que ir al suelo y tomarla desde abajo.
Al tocar el suelo, el producto resbaloso no surtió efecto en él y esto era gracias a que llevaba puesto una especie de medias negras especiales, inmunes a este tipo de producto.

Con la harina en mano, salió tranquilamente por la puerta cuando la alarma comenzó a sonar.
No se había percatado de que una camara lo detectó e instantaneamente aparecieron varias patrullas que lo esperaban a la salida.

En total eran 5, pero él las logró traspasar sin ningun problema y se detuvo a ver como los policias se disparaban entre ellos.
Todo esto le causó gracia y emprendió el rumbo de vuelta.
Estando ya cerca de su casa se cruzó con 2 mujeres que caminaban abrazadas.
Una de ellas lo miró y se desprendió de su amiga quien prosiguió su camino.

-¡Ey! Tú.- Dijo ella.
-¿Eh? ¿Cómo es que me puedes ver?- Respondió él.
-¿Acaso piensas que eres el único con el dispositivo?.

La charla prosiguió por un tiempo largo. Tanto que el sol comenzaba a asomarse cuando un auto se frenó delante de ellos. De este bajó un hombre alto y de aspecto atemorizante. Llevaba puesta una gabardina marrón y un sombrero pequeño para su cabeza.

La mujer se volvió hacia su compañero y le tomó de la mano.

-CORRE- Gritó
-¿Pero qué pasa? ¿acaso nos puede ver?- Pregunto él.
-¡SI!- Volvió a gritar, tomando la mano de su compañero - El es un cazador.

El mensaje estaba claro. Ese sujero "cazaba" a los humanos que poseían el dispositivo de invisibilidad.

La mujer corrió despavorida, dejando a los dos hombres solos.

La pelea comenzó sin palabra mediante.
Allí, en la mitad de una concurrida avenida, comenzó el intercambio de golpes.
El cazador poseía fuerza sobrehumana y sus golpes eran muy destructivos. La pelea continuó con una clara desventaja para el protagonista.
En un momento, el cazador abrazó a su oponente y mediante un increible salto, lo llevó al redondo techa de una casa de la misma forma, la casa de este hombre invisible.
La lucha prosiguió allí arriba, con el mar de fondo y el sol que se levantaba.
Gracias a que estaba sobre su casa, pudo sorprender al cazador logrando quitarle su gabardina y su somprero, dejando en evidencia unos tirantes rojos que apretaban una remera blanca sin mangas.

Luego de eso, la pelea fue sencilla. El cazador perdió su fuente de poder y ahora solo era un hombre muy mayor, muy viejo para luchar.

Al final, el protagnosita había resultado airoso, aunque había perdido el paquete de harina en el proceso.

Contemplando el mar, este no estaba calmo y unas gotas caían sobre su rostro...


...y las malditas me habían despertado. Habia una gotera en el techo. Deberé llamar a un plomero.