viernes, 28 de marzo de 2014

Cuento: El hombre y el río

 Cuentan de un hombre muy alto y fornido estaba parado en la orilla de un río profundo y de aguas peligrosas, meditando sobre cruzar el río y se encontró en la orilla con un anciano que no sabía nadar y no podía atravesarlo por su avanzada edad y su falta de fuerzas.
El anciano pidió al hombre de favor que lo llevase en sus hombros hasta la otra orilla.
Este ultimo le dijo cortésmente al anciano, que el también debía cruzar el rio para ver a su enfermo padre, pero que este era un rio muy peligroso y que no se animaba a cruzarlo ya que su hermano se había ahogado en el hace unos años atrás.

Después de una larga discusión, el anciano convenció al hombre y se subió a su espalda. Ambos se dispusieron a cruzar aquel temible rio.
Las fuertes corrientes, la gran profundidad y el frio del aire hacían de esta una travesía muy difícil de la que muchos hombres hubiesen desistido.

Hacia la mitad de la travesía, el hombre alcanzó a ver, cuidadosamente apostados tras la hierba alta de la otra orilla, a unos indios que esperaban con sus arcos a que se acercasen.

El hombre avisó al anciano sobre este hecho y le dijo que debían dar media vuelta y volver a la orilla de donde habían salido, que era muy peligroso cruzar el rio con esa amenaza frente a ellos.
El anciano le suplicó que debía llegar a la otra orilla, debía ver a un familiar que se encontraba muy enfermo y que le había dado su palabra de ir a verlo antes de que muera.

Resignado, el hombre continuó el trayecto con el anciano en sus hombros por unos metros mas. Notó con detalle las caras de enojo de los indios y el miedo le invadió el cuerpo. Pidiéndole disculpas al anciano, dio media vuelta y comenzó el retorno hacia la orilla segura.

En ese momento, una flecha disparada desde la otra orilla se hundió en el agua frente al hombre y al anciano, pero sin lastimarlos. Así ocurrió con otras sucesivas flechas, hasta que la gran cantidad de las mismas habían formado una barrera impidiendo que el hombre y el anciano lleguen a la orilla en donde estarían a salvos.

Sin tener otra opción, retomaron el camino original hasta llegar a la orilla.
Una vez en tierra, el anciano ayudo a reincorporarse al agotado hombre y avisándole que habían llegado sanos y salvos.

El hombre le preguntó al anciano por los indios, ya que pensaba que los iban a matar con sus arcos y flechas.

Al no tener respuesta por parte del anciano, el hombre levantó la vista del suelo para ver si su compañero de viaje esta bien. Pero el anciano no se encontraba delante suyo...es mas, no estaba por ningún lado.

Una persona había corrido a socorrer al recién llegado del otro lado del rio y cuando se acercó a este el hombre le pregunto: “No a visto usted a un anciano débil y a unos indios, por acá. Ayudé al anciano a cruzar aquel peligroso rio al que siempre había temido y nunca me había animado a atravesar cuando unos indios nos atacaron con flechas que me impidieron volver a la orilla en donde había salido. Y quería agradecerle por haberme ayudado a superar el miedo que tenía”.

A lo que la persona que había acudido en su ayuda respondió- “Mi amigo, yo lo vi a usted atravesar el rio. Estuvo usted un largo rato moviéndose en la orilla antes de meterse al agua, luego a la mitad del camino quiso volver pero no lo hizo. Finalmente lo vi llegar solo y agotado a esta orilla y acudí en su ayuda. Es usted un loco al cruzar este peligroso río sin un bote. Llegó solo a la orilla y en este pueblo no hay indios”.

Sorprendido y confuso, el hombre pudo comprobar que tanto el anciano como la barrera de flechas habían desaparecido.
Agradeció a la otra persona que le dio algo de comer y siguió su camino para ver a su enfermo padre, pensando y confundido sobre el anciano y los indios...

...sin saber que aquel anciano era su conciencia y los indios y las flechas que le impidieron el retorno eran su fuerza de voluntad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario