martes, 2 de diciembre de 2014

Cuento: El hombre ¿Inmortal?


Diciembre del año 2099:

La gente de todo el mundo se prepara para recibir al nuevo año, al nuevo siglo.

Sin embargo, el Dr. Russell (decendiente del legendario Bertrand) estaba en el laboratorio de la universidad donde trabajaba -su laboratorio- a punto de llevar a cabo su mas grande proyecto, aquel al que le dedicó toda su vida.

Desde chico el Dr. Russell había quedado fascinado con los escritos de su tatara abuelo.
Estos fueron una gran influencia en su vida, pero sobre todo, lo que realmente le dió un proyecto fue un cuaderno de apuntes que encontró entre las cosas de su abuelo una vez que estaba de visita en su casa.

En este cuaderno, Bertrand había escrito sobre la inmortalidad de algúnas especies de animales haciendo enfasis en el "Oso de Agua" y en una especie de medusa conocida como "Turritopsis Nutricula".

Según los escritos de Russell, el producto de estos animales darían como resultado un ser virtualmente "inmortal".
Gracias a las facultades únicas del "Oso de Agua", este podía vivir en condiciones extremas de presión y temperatura debido a su increible coraza protectora y además podía realentizar tanto su metabolismo que podía sobrevivir hasta una decada sin ingerir alimentos.
Por su parte, la medusa poseía la capacidad de rejuvenecer sus celulas cuando estás se hicieran viejas logrando así una aparente existencia eterna.

La idea de un ser que sea "inmortal", que resista al paso del tiempo, había intrigado al joven Dr. Russell y es por eso que había decidido dedicar su vida a lograr que un hombre -el mismo- logre superar a la muerte natural.



A lo largo de su vida, el Dr. Russell se había sumergido en los estudios de estos particulares animales, incluso su tesis de doctorado se trataba del estudio del "Oso de Agua" en el espacio ya que aseguraba que este raro animal podría sobrevivir hasta 1 año en el vacío.







Finalmente había llegado el día en que probaría su "cura contra la mortalidad" y por supuesto, lo probaría en si mismo.
Estaba solo en el laboratorio, era vispera de nochebuena y ni siquiera el personal de seguridad se encontraba presente.
El Dr. Russell no tenía familia, no tenía amigos, no tenía a nadie mas que unos simples colegas con quienes intercambiaba alguna que otra palabra durante los almuerzos.
Es por esto que decidió probar su suero en el mismo, si algo salía mal, nadie lo iba a extrañár y si todo salía como esperaba, sería por fin libre de las cadenas que los hombres tienen y que los dioses habían roto hace  ya tanto tiempo.


El primer paso era realizar un torniquete en su brazo izquierdo para exponer la vena.
El segundo paso era clavar la aguja en ella y apretar el extremo de la jeringa introduciendo su contenido.
El tercer paso consistia en aguantar y sobrevivir.
El cuarto paso era ponerse en pie y revisar su cuerpo y sus funciones basicas en busca de cambios.
El quinto y último paso era demostrar que podría vivir por siempre.

Lo había logrado, había superado todos los pasos.


El sabía que su experimento había funcionado y que de ahora en mas no sufriría por su vida aburrida y, ahora, sin sentido. Ya podría ser libre de las cadenas que lo ataban...

...aunque no se dió cuenta de un pequeño detalle. Para comprobar su inmortalidad, primero debía vivir...

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